Para gustos los colores

Se lo imaginan: -¡Me pido el azul!- dice en alto Ana Patricia Botín (ex presidenta de Banesto y responsable actual del Banco Santander en Reino Unido) en medio de un Comité de Accionistas. -¡Pues yo soy más de rojo!- comenta María Garaña (presidenta de Microsoft Ibérica). -¡Pues a mí me sienta fenomenal el verde!- señala  Helena Revoredo (presidenta de Prosegur). Ironía, fina ironía es lo que hay que tener para ‘tragar’ comentarios de algunos  hombres que ocupan puestos de muchísima  importancia y responsabilidad. Véase las últimas perlas que ha vertido recientemente el “encantador” J. Ackermann, presidente del Deutsche Bank. Les recuerdo: “Con más mujeres en el consejo de administración sería más bonito y colorido”. Este señor, por no decir carajote (muy de Chiclana de la Fra.), no sabe que llevamos más de 50 años luchando para evitar este tipo de comentarios. Que a la mujer le sobran formas, maneras y preparación para ocupar su puesto.
 
Qué quizás él esté ahí por méritos propios pero que al hacer ese tipo de comentarios se de­sa­credita como ejecutivo y como persona,  y que debería, al menos, tener la vergüenza de callarse o dimitir. Mientras exista un machismo de ese calibre, la mujer va a tener que remar el doble, el triple o el cuádruple.
 
Pero esta situación de desigualdad, de cerrazón masculina, de no darnos nuestra parte de la tarta, de impedir que lleguemos a donde, por mérito, debemos llegar, esta falta de reconocimiento que se nos niega por parte de tipos de personajes de cómic como éste,  la realidad les va a dar en las narices. Y no lo digo yo, lo dicen las estadísticas. El número de licenciadas es superior al de licenciados, en número y en preparación. La resolución de las mujeres a la hora de desempeñar un trabajo es más eficaz en tiempo y en éxito. No es que la mujer sea mejor que el hombre, es que nos han apretado tanto las coletas que hemos añadido una herramienta nueva a nuestro modo de trabajar,  ¡porque yo lo valgo, yo lo gano, yo lo alcanzo!
 
Se llama motivación. La mujer tiene una disposición hacia el trabajo distinta que el hombre. Además a éste se le da por obvio su derecho; a la mujer se le ha exigido siempre demostrar que tiene ese derecho. Se ha publicado recientemente que las mujeres deben trabajar una media de 418 días para percibir un salario similar al de los hombres tras un año de trabajo. Añádele a esto, cuidar de la casa, de los niños, de los abuelos y réstale, reconocimiento y tiempo libre y ¿sabes cuál es el resultado? Una causa.  El día 8 de marzo celebramos internacionalmente el Día de la Mujer Trabajadora. Ese día sólo es una excusa para poner en valor el esfuerzo que muchas mujeres y, también, hombres, realizan para que esa causa sea una realidad. Y he empezado esta carta con una ironía, pero la quiero terminar con un aplauso. Para todas aquellas mujeres que han dejado de ser floreros y ahora son protagonistas de sus vidas. Aquellas mujeres que han tomado la rienda de sus sueños y han conseguido llegar donde se merecen estar. A todas aquellas ‘flores’ que hacen que la economía española, no sólo sea más colorida, además sea más equitativa, competitiva, solvente y justa. Aplaudo a  todas esas mujeres que han ayudado y ayudan a que nuestra vida sea mejor.
 
Mónica Urgoiti

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