Democracia

Democracia: predominio del pueblo en el gobierno político de un Estado.
 
Viendo la poca aceptación que tienen ciertas medidas del Gobierno parece bastante paradójica la definición que se supone que tiene nuestro actual sistema político. Y muchos podrán argumentar que nunca llueve a gusto de todos o que ciertas medidas pueden ser criticadas desde la ignorancia de un pueblo que no conoce todas las consecuencias que de ellas derivan.
 
A la primera crítica se puede decir que aunque un cien por cien de la población no puede estar de acuerdo sobre algo, sí es posible negociar y llegar a términos medios que beneficien a todos en la mayor medida posible.
 
Para la segunda crítica hay un contraargumento todavía más poderoso y es que para tomar decisiones sabiamente (que es lo que en teoría hacemos al votar en las elecciones) hay que estar lo suficientemente informado, porque si no esa decisión se basa en otras cosas como la opinión de los demás o la costumbre.
 
Por lo tanto, hay pocos argumentos de verdad que apoyen la idea de que vivimos en una democracia completa. Y esta seguramente no es una idea demasiado original. Muchos lo habremos pensado en varias ocasiones en las que hemos sentido que nuestra opinión, y la de muchos otros, no es tenida en cuenta y que realmente nuestro campo de decisión es bastante reducido. En la mayoría de los casos se basa sólo en dos o tres partidos.
Y, sin embargo, hay veces que esta idea se vuelve más presente, injusta y dolorosa. Eso ocurre cuando vemos casos en los que parece que el pueblo sí es capaz de imponer su voluntad sobre dirigentes corruptos que se aprovechan de su posición de poder. Casos en los que todos se ponen de acuerdo al menos sobre una idea: lo que hay no nos gusta y no vamos a conformarnos. Casos en los que la cobardía y la pereza se dejan en casa para salir a las calles y a las plazas.
 
En casos así una no puede evitar preguntarse por qué aquí no es así, qué debería ocurrir para que todos nos pusiéramos de acuerdo para luchar contra cosas que no nos parecen justas. Es cierto que afortunadamente aquí la situación no es tan desesperada, pero por eso podrían ser suficientes medidas un poco menos desesperadas. Al menos no vivimos en una dictadura y si quisiéramos tendríamos muchas más herramientas democráticas para cambiar el sistema. Parece que se nos olvida que la ostentación del poder no es sólo un derecho si no un deber pero, mientras no nos falte de comer, seguramente preferiremos dejar nuestras decisiones en manos de otros que nos parecen más competentes de nosotros. Craso error ya que continuamente nos demuestran que no lo son.
 
No puedo más que alegrarme y felicitar a todo el pueblo egipcio que desde una dictadura nos ha demostrado el verdadero significado de la palabra democracia.
 
Gloria Bellido

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