Y colorín colorado…
…‘Blancanieves’, ‘La Cenicienta’ o ‘La Bella Durmiente’ se han acabado. Y es que la última misión pedagógica del Ministerio de Igualdad ha convertido a Bibiana Aído en la mala del cuento, poniendo en el punto de mira a títulos tan populares como estos clásicos de Walt Disney. La responsable de todo ello ha sido la campaña presentada el pasado mes de abril por Igualdad, Instituto de la Mujer y el sindicato FETE UGT, ‘Educando en Igualdad’, una iniciativa que propone buscar cuentos no sexistas. Porque en palabras de la directora general del Instituto de la Mujer, Laura Seara, las historias infantiles “suelen estar llenos de estereotipos”, pues “casi todas las historias colocan a las mujeres y a las niñas en una situación pasiva en la que el protagonista, generalmente masculino, tiene que realizar diversas actividades para salvarla”.
Decir que el contenido sexista de muchos cuentos clásicos no existe sería absurdo porque es obvio que muchos de ellos sí que lo son. Ahora bien, la igualdad no se aprende en los cuentos, cuentos que por otra parte forman parte de nuestra vida y que deben de seguir existiendo, sabiendo explicar al niño que la realidad no es así. Así lo hacía mi madre y mis profesores conmigo y hoy, os lo aseguro, tengo muy claro que las enfermeras o enfermeros no tienen por qué ser siempre mujeres o que las mecánicas o mecánicos hombres. Por otra parte, se debe de pensar que los maestros están todavía en las escuelas de sus abuelos para proponerles ideas que hace tiempo que llevan a cabo. Y es que este tipo de polémicas lo único que hacen es distraer la atención que debería centrarse en otros temas, es una manera de buscar excusas para no hablar de lo realmente importante. ¿Hablamos de calidad en la educación?
Isabel García
redaccion@mujeremprendedora.net
No tengo tiempo
Dicen que las mujeres gestionamos mejor el tiempo que los hombres. Que nos mueve más el raciocinio y el equilibrio que a ellos. Que tenemos un reloj diferente al de éstos. Que somos capaces de gestionar, y con éxito, empresas y pensar a la par en el médico del crío, en qué cenar esa noche, o en qué hace falta en la nevera para al salir del trabajo pasarnos por el súper. Y, digo yo, que menos mal que gestionamos mejor porque a pesar de ello no hay mujer que me cruce en el día que no me suelte aquello del «no tengo tiempo».
Porque más de una que yo me sé daría lo que fuera porque el día no se quedara en 24 horas, por poder arañar el tiempo para poder llegar a todo y así poder ser la mujer diez en la oficina, en el hogar como ama de casa y madre de familia, y como pareja. Pero, ¿podemos llegar a todo? ¡¡Ni mucho menos!! Y es que nos han llamado durante tanto tiempo el sexo débil que parece que ahora estamos empeñadas en demostrar todo lo contrario. Pero, ¿a costa de qué? Yo no quiero que mi día tenga más horas que el de mi pareja. Ni quiero gestionar mejor, ni tener un reloj femenino. Lo que quiero es que el concepto de las responsabilidades familiares no sea sólo cosa mía, sino también de él. Quiero un reparto más racional e igualitario del tiempo personal, social, familiar y laboral porque es una cuestión de justicia y la clave para el avance social hacia la igualdad. Los hombres nuevos y las nuevas mujeres tenemos que aprender a hacer unos usos co-responsables del tiempo, rompiendo esos atadores estereotipos. Tenemos que aprender a establecer un nuevo contrato social. Porque… nos va la salud en ello.
Isabel García
No tengo tiempo
Dicen que las mujeres gestionamos mejor el tiempo que los hombres. Que nos mueve más el raciocinio y el equilibrio que a ellos. Que tenemos un reloj diferente al de éstos. Que somos capaces de gestionar, y con éxito, empresas y pen…
Consolas rosas
He de confesar que lo mío nunca han sido los videojuegos. Es más, aún recuerdo aquella Game Boy y su Tetris, ésa que después de diez fases encajando piezas de diferentes formas dejaba sobre la mesa, cansada de perder …
Consolas rosas
He de confesar que lo mío nunca han sido los videojuegos. Es más, aún recuerdo aquella Game Boy y su Tetris, ésa que después de diez fases encajando piezas de diferentes formas dejaba sobre la mesa, cansada de perder el tiempo con el aparatito. Tan sólo consistía en demostrar a mi hermano, más que hábil en estas lides, que yo también era capaz de unir piececitas. Y con diez fases creo que ya estaba más que demostrado. Hoy recuerdo este Tetris y hasta lo echo de menos cada vez que veo a mis sobrinas jugar con su consola, rosa por supuesto. No sé si es la Wii, la Brain Training, la Play Station, la Xbox,… de esto no entiendo y como se suele decir, a Dios gracias. Lo que sí sé es lo que ven en esas pantallitas en la que les enseñan a maquillarse o a cocinar, por no hablar cuando les ayudan a imaginar como «ser mamá», «ser cocinera», «ser animadora», «ser profesora»… Videojuegos que se dedican a trasladar estereotipos sexistas a los juegos y que las niñas asimilan como pauta adecuada. Porque, no olvidemos, las niñas y niños como aprenden es jugando.
Pero, ¿de quién es realmente la culpa de la existencia de unos videojuegos que han vendido millones de unidades en todo el mundo? ¿De la industria? ¿O de los adultos que al fin y al cabo somos los responsables de lo que permitimos o dejamos de permitir que llegue a nuestros hijos? Ah, no. La culpa es de la empresa por hacerlos y distribuirlos. Así es más fácil, ¿no?
Isabel García
Burka
Nicolas Sarkozy ya lo dejaba claro el pasado verano: «El burka no es bienvenido en Francia». Son palabras del presidente francés sobre una prenda que considera incompatible con los valores del país por lo que representa de sumisión de la mujer y palabras que todas y todos podemos suscribir. Otra cosa es el modo de oponerse a su uso. Y es que el debate sobre la utilización del burka o del nigab está abierto ahora que Francia está a un paso de prohibir su uso con multas de hasta 750 euros a las mujeres que los lleven. Como dice la periodista Nicole Muchnik, para una mujer occidental, como una servidora, es muy difícil hablar del burka con la cabeza y no los sentimientos, por lo que nos afecta esa ostentación de sumisión, de servidumbre de la mujer, esa negación extrema de la igualdad entre los sexos. Pero lo voy a intentar preguntándome si verdaderamente la solución pasa por la imposición. Y la solución, ¿a qué? ¿para quién? ¿Para que en países como Arabia Saudí o Afganistán las mujeres dejen de pasar toda la vida bajo la tutela de un hombre? ¿Para que puedan conducir, solicitar un préstamo, o viajar sin autorización masculina? ¿Para que en los transportes públicos entren por la misma puerta de acceso que los hombres? ¿Para que las escuelas de niñas dejen de ser objeto de atentados con bombas? O… ¿para que el uso del velo integral deje de chocarnos y perturbarnos a los occidentales ahora que ha llegado a nuestras puertas? Y, ¿qué quiero decir con todo esto? Que la prohibición del uso del burka es una sanción, nada más. El problema es que el burka entendido como un símbolo de opresión y de superioridad del hombre sobre la mujer hay que combatirlo con medidas culturales, no sancionadoras. El problema es que hace falta un trabajo educativo que garantice los derechos de las mujeres, decirles que tienen la opción de elegir entre llevarlo y no llevarlo, de comportarse sin tener miedo a nada ni a nadie pues el Estado de derecho es el garante de sus decisiones.
Isabel García
Burka
Nicolas Sarkozy ya lo dejaba claro el pasado verano: «El burka no es bienvenido en Francia». Son palabras del presidente francés sobre una prenda que considera incompatible con los valores del país por lo que representa de sumisión…
No queremos ser noticia
“Primera mujer teniente coronel al frente de las Fuerzas Armadas”. “Primera mujer al frente de la Real Sociedad Española de Física”. “Primera mujer Comisaría de los Mossos d’Esquadra”. &ld…
No queremos ser noticia
“Primera mujer teniente coronel al frente de las Fuerzas Armadas”. “Primera mujer al frente de la Real Sociedad Española de Física”. “Primera mujer Comisaría de los Mossos d’Esquadra”. “Primera mujer directora general de la BBK”. Son algunos de los titulares que hemos podido leer en diarios nacionales en los últimos días. Son mujeres con nombres y apellidos que han accedido a espacios tradicionalmente masculinos consiguiendo pequeños grandes logros por la igualdad de género. Y lo han hecho, poniendo la mano en el fuego a que no me equivoco, sin que nadie les haya regalado nada. Darlas a conocer cuando además aún son contadas con los dedos de las manos las imágenes de rostros femeninos en los medios de comunicación, es hoy por hoy una obligación y una necesidad, no vaya a ser además que ocurra como la primera mujer científica de la historia, Hypatia de Alejandría, que haya que rescatarlas mil años después. Darlas a conocer apostando a que todas y cada una de ellas hubieran preferido que sus nombres no hubiesen formado parte de ningún titular. Y es que nosotras, las mujeres, somos las primeras que queremos dejar de ser noticia por ser mujeres. No queremos que un nombramiento sea un hecho tan extraordinario como para ocupar titulares. Como tampoco queremos ser las protagonistas de las noticias y estadísticas más negativas como el número de mujeres víctimas de violencia de género, del mobbing o violencia en el ámbito laboral, o de desempleados. Simplemente no queremos ser noticia, sólo personas, como los hombres.
Nada de batidoras
Queridos Reyes Magos. Este año me toca escribirles no sólo en nombre propio, sino también en el de otras muchas mujeres. El caso es que como si la tan cacareada crisis económica os lo permite se acerca el día en el q…