Liderazgo de mujeres, participación para el cambio

Ana Pérez LunaMichelle Bachelet fue presidenta de la República de Chile entre 2006 y 2010, posteriormente ha estado a cargo de ONU Mujeres, agencia de las Naciones Unidas para la igualdad de género, y recientemente ha confirmado su candidatura para volver a optar a la presidencia de Chile.

Mujeres con este historial, pocas, hombres, casi todos. Michelle Bachelet es médica pediatra y política; mujeres con esta formación o con titulación similar hay muchas. Sin embargo, raras veces llegan al Olimpo de los dioses como protagonistas indiscutibles de la Historia. A las mujeres, atareadas con el mandamiento de la fertilidad, poco tiempo les resta para el liderazgo, tras su amplia formación académica culminada en los momentos previos a su terminal fértil.

Y como esto es así porque de esta manera lo determina el imperio masculino, el escaso tiempo que disponen las mujeres se ve impelido por la reducción del espacio para desenvolverse, quedando este en manos de mejor disponibilidad, válidas o no, meritorias o tampoco; que la formación, si no se tiene, ya se adquiere con la experiencia en el cargo.

El liderazgo masculino funciona desde tiempos inmemoriales, gran aliado del tiempo y del espacio. Mientras la división sexual del trabajo fue incuestionable, no hubo peligro de conquista por el sexo femenino. En casos aislados de piadosas excelencias o de endemoniadas mujeres, se optaba por el nombramiento de beatas y santas, o peor, por el alumbramiento de hogueras, con la salvedad del protagonismo de algún que otro reinado en solitario.

Sin querer abusar más de síntesis tan escueta, entramos en el cuestionamiento de la división sexual de trabajo, la emancipación de las mujeres; osadía que las mujeres tendríamos que pagar aprendiendo a abrir puertas sin llaves. Porque de eso se trata la bienvenida de las mujeres al mundo de lo público, al mundo de la representación, una representación sin género de dudas para actores masculinos consagrados por el paso de los tiempos.

Pero las mujeres, hace tiempo ya que resolvimos actuar como también sabemos. Nos falta decidir, como también nos corresponde, y para ello debemos compartir espacios detentados casi con exclusividad por el sexo masculino.

Como Secretaria de la Mujer de UGT Andalucía me preocupa la representación de las mujeres en el mundo del trabajo. Y alarmante es  la baja presencia de las mujeres en los Consejos de Administración de las entidades españolas, debido al choque contra el techo de cristal custodiado por el patriarcado. Más del 66% están dirigidas exclusivamente por hombres. En Andalucía la tasa de presencia femenina en cargos de dirección se sitúa en un 26%.

La situación de crisis está reforzando actitudes y formas de decidir propias de un dominio masculino. La presencia de mujeres en los puestos de mandos y de representación, y en otros puestos de responsabilidad, decrece al ritmo que aumentan las desigualdades y cae el estado de bienestar. Podría decirse que hay una relación directa entre la sostenibilidad o no sostenibilidad del medio económico y social y el grado de consecución del principio de igualdad entre mujeres y hombres.

El espejismo de liderazgo que hemos tenido las mujeres desde que se publicó la Ley de Igualdad desaparece a la luz de la evidente acción de recular en políticas de igualdad a todos los niveles.

El liderazgo de las mujeres, su participación en la toma de decisiones en todo lo concerniente a la ciudadanía, es imprescindible para el necesario proceso de cambio social. La ordenación del nuevo modelo productivo ha de sustentarse en la igualdad entre los géneros. Debemos tener muy presente que paridad y equidad son elementos fundamentales para una verdadera sociedad democrática.

Ana Pérez Luna

Secretaria de la Mujer de UGT Andalucía

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