Crisis u oportunidad

Hace poco estuve en una conferencia donde cuatro ingenieros, en el marco de orientación a los alumnos de último curso, contaron su experiencia en los distintos caminos profesionales que había tomado cada uno de ellos y las ventajas e inconvenientes que  presentaban las diferentes opciones.  Me quedé enormemente sorprendida cuando, al final de la charla, ante la espontánea pregunta de “¿qué camino tomaríais si acabaseis hoy la carrera?”, todos coincidieron en el  mismo: “¿Yo?, emprender.”
 
Mi sorpresa y mis dudas iban desapareciendo a medida que hablaban.
 
Todos señalaron la importancia del “coste de oportunidad” y los “compromisos”. Así como de la particularidad del panorama económico–laboral actual.
 
Lo primero porque evidentemente a los 25 años no pierdes mucho por dedicar tu tiempo a crear una empresa, pero a los 35 ó 40… ¿quién se atreve a dejar un trabajo cómodo y estable, con un sueldo seguro a final de mes, para dedicar todo su tiempo en lanzarse a la aventura de crear una empresa? Con 25 años el fracaso sólo puede significar retrasar un par de años, tal vez, la incorporación a otra empresa. Quien poco tiene, poco puede perder…
 
Esto enlaza con el segundo motivo: el compromiso. Decía uno de ellos “de joven no importa dedicar todo tu tiempo a emprender porque, de otra forma,  lo dedicarás a trabajar, doctorarte o preparar unas oposiciones, ya que, al fin y al cabo, al principio todos los caminos exigen mucho sacrificio y tiempo. Y nadie más que tú depende de tu éxito o fracaso. Sin embargo, hoy yo no podría arriesgarme, con esposa y dos hijos, a dejar de traer dinero a casa cada mes, ni quiero estar trabajando día y noche, durante semanas, sin tener tiempo para ellos”. Otra baza de ser joven, la escasez de grandes compromisos.
 
Por último, el momento. En plena crisis algunos se preguntarán: ¿emprender hoy, con la que está cayendo? Pues dicen que la empresa que nace en crisis está hecha para aguantar cualquier cosa que venga. Y hoy resulta ser un momento nada desfavorable, además de por las ayudas, por las nuevas oportunidades de mercado y de nuevas tecnologías que abren las puertas a empresas de mínima inversión.
 
Todo no son ventajas, evidentemente. La experiencia es fundamental  y una empresa al final depende principalmente de cómo se gestione. La “idea” es algo secundario con lo que no hay que obsesionarse. Aún así,  las ventajas de emprender siguen siendo mayores y cuando la idea es buena.
 
Y respecto al momento en el que estamos, me gustaría recordarles que los japoneses usan la misma palabra para crisis y oportunidad. Así que ¿por qué desaprovechar ésta?
 
Gloria Bellido

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