Acción y consecuencias

Gloria BellidoGloria Bellido

Un niño de cinco años está en su cuarto pintando en su cuaderno. De pronto tiene la brillante idea de poner un poco de pintura en la pared. Cuando su madre lo ve le riñe por lo que acaba de hacer explicándole que eso no se hace porque está estropeando su casa. Después le castiga a no jugar durante una hora en la que tendrá que ayudarla a arreglar el estropicio.
 
Una chica de quince años no ha traído los deberes que le habían mandado el día anterior. Su profesor le pone una nota negativa y le manda hacer el doble para el día siguiente.
 
Cuando una persona hace algo que no debería haber hecho le ensañamos que está mal hecho y que tiene que asumir las consecuencias de su acción porque tiene una responsabilidad sobre lo que ha hecho. Los buenos educadores saben que esta es una de las lecciones más importantes que los niños deben aprender. Que no da igual lo que uno haga, porque cada decisión tiene diferentes consecuencias.
 
Por eso me gustaría que alguien me explicara por qué esto ya no vale para ciertas personas. Yo todo los días hago un trabajo para el que me he formado y en el que sé qué es lo correcto hacer, o al menos intento hacerlo lo mejor posible.
 
Y creo que mucha gente como yo compartirá mi indignación por las cosas que están pasando estos días. Las cosas van mal, pero nadie sabe por qué. Parece como si una fuerza misteriosa y oculta hiciera que las cosas se estropearan sin que nadie tuviera la responsabilidad de lo que está pasando.
 
Pues no, me niego a pensar eso. La mala suerte puede tener algo de culpa pero es solo una pequeña parte de todo el conjunto. Hay personas detrás de las decisiones que se toman y esas personas deberían asumir las consecuencias de sus malas acciones.
 
Y aunque me cueste creerlo, puede que no haya ningún tipo de maldad en ellas. Puede que no quisieran enriquecerse a nuestra cosa, puede que de verdad les importara el hecho de que estaban jugando con la vida de otras personas. Puede que no fuera maldad sino pura incompetencia.
 
Pero la incompetencia también se paga. Igual que a un médico cuando comete alguna negligencia se le penaliza, los banqueros, políticos y economistas también deberían rendir cuenta de sus incompetencias,  es su trabajo y se les paga mucho para que sean los mejores en ello.
 
Y si de niños se nos enseña una cosa tan básica, ¿por qué eso ya no vale cuando nos hacemos mayores?
 
Gloria Bellido
bellido@mujeremprendedora.net

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Periodismo
Constructivo