Usar y tirar
A la redacción de Mujeremprendedora llegan a diario notas de prensa, cartas, denuncias, artículos que reflejan situaciones en las que la mujer sufre las consecuencias de ser tratada como un objeto desechable, algo para “usar y tirar”. También algunos medios nos transmiten a diario noticias e imágenes de mujeres a las que se las considera mercancía; mujeres obligadas a vender su cuerpo, mujeres maltratadas, no consideradas y humilladas. El tema viene tratado de muchas maneras, hay medios que lo airean para despertar morbo y ganar audiencia, otros para denunciar la lacra de la violencia de género y otros incluso como arma política…
En los últimos tiempos en muchas ciudades se aborda la prostitución como algo que hay que esconder o alejar a lugares periféricos para no molestar al transeúnte sensible o poner multas a quien la practica y a quien la compra. Quizás muchos alcaldes piensen que es el único modo de resolver el problema y sobre todo de tener en paz la conciencia. La contradicción está servida ya que mientras se aleja esa prostitución de los centros de ciudad se permite al mismo tiempo y sin rechistar que a través de las pantallas de los televisores entren en las casas escenas, imágenes e historias de peor nivel, que difunden una cultura falsa de la mujer, considerada únicamente como un objeto productor de placer. Una cultura que no solo alimenta la mentalidad de los adultos sino también la de los más jóvenes a los que precisamente instituciones, políticos y educadores dicen que hay que tutelar. También cierta publicidad se empeña en presentar el cuerpo de la mujer como un objeto o instrumento de placer, de consumo y de ingresos económicos, olvidando algo tan esencial como que el cuerpo humano encierra una belleza infinita y profunda distinta a esa superficial que nos quieren vender, que merece ser descubierta, respetada, apreciada y valorada.
Esta mala cultura de la mujer objeto, coopera a la marginación e invisibilidad de las mujeres en la sociedad, sobre todo en los ámbitos de mayor poder y prestigio.
Esta mala cultura confunde y malacostumbra los ojos de muchos hombres, reforzándolos en la idea que tienen de la mujer como simple sexo e inhabilitándolos para discernir la aberración de tal pensamiento. Esta mala cultura educa lamentablemente a la explotación, al abuso de poder y a los más desordenados de los egoísmos, eliminando la más mínima preocupación sobre las consecuencias dolorosas para nuestros jóvenes al imitar tales modelos.
Hay muchos que dirán que no es para tanto y seguramente serán los mismos que no son capaces de dar a las mujeres el reconocimiento que merecen más allá de la imagen, del físico o del sexo, como ser intelectual, espiritual, capacitado y digno de ser admirado y respetado. Nos queda mucho por hacer en la sociedad para reconocer la riqueza de valores que anima a la mujer, su capacidad de acoger, intuir, donar y comprender, su genialidad en amar y en transmitir paz y armonía y sobre todo, en generar y hacer crecer la vida.
Manuel Bellido