Un largo camino

Gloria Bellido3

No hay nada que hacer. Si en vacaciones queremos visitar algún sitio medianamente lejano, estamos obligados a coger el avión. En mi caso el miedo que siento cada vez que el avión despega o aterriza se ve eclipsado por mis ganas de viajar a sitios cuanto más lejanos mejor.

Y sin embargo, el viaje en sí no es lo peor para la mayoría de la gente. Largas y aburridas esperas en el aeropuerto, controles frustrantes y la tensión ante posibles retrasos o cancelaciones hacen que muchas veces el inicio de nuestras vacaciones nos provoque más estrés que el que hemos tenido que soportar durante todo el resto del año.

Por eso tengo que confesar que cambio sin dudarlo la rapidez del avión por un medio de transporte mucho más antiguo: lo tengo más que comprobado, viajar en tren es mucho más bonito.

Sientes como vas atravesando campos y montañas y vas pasando por pequeños pueblecitos o estaciones de grandes ciudades. De repente entras en un túnel y al salir descubres que el paisaje ya no es exactamente el mismo que dejaste atrás. Es increíble ver como muchas veces hasta el tiempo no es el mismo y aunque hayas entrado con lluvias, a la salida hay un espléndido sol.

Te sumes en una especie de adormecimiento mientras observas desde la ventana el campo y los árboles, escuchas las conversaciones de otros pasajeros, muchas veces en idiomas diferentes al tuyo, o cierras los ojos con la cabeza apoyada en el respaldo.

Poco a poco vas notando los cambios que se producen en la vista y eres consciente de las distancias. Porque muchas veces con la rapidez de los medios de transportes se nos olvida lo lejos que estamos de casa.

Es la sensación de viajar la que te acompaña y cuando llegas a un nuevo sitio te sientes más preparado para conocerlo de una manera más profunda.

Porque creo que es importante conocer el paraje donde está ubicado una ciudad o un pueblo para conocer mejor la historia y el carácter de sus habitantes, ya que ni siquiera en un mundo tan lleno de comodidades como el nuestro, es lo mismo vivir rodeado de verdes campos y colinas que en escarpadas montañas o secas llanuras.

Por todo eso, cuando ya me canso de mirar el paisaje y me pongo a pensar en mis cosas no puedo evitar recordar la metáfora que equipara la vida a un largo viaje.

Hay personas que sólo piensan en llegar a su meta de la manera más rápida y cómoda posible mientras que otros se marcan sus objetivos como una simple excusa para emprender el viaje. Esos son los que quieren que el trayecto sea lo más largo y estimulante posible pues saben que sólo si el viaje ha sido provechoso podrán apreciar haber llegado hasta el final.

Si ya el resto del año es ajetreado y frenético no permitáis que las prisas invadan también vuestras vacaciones. Disfrutad de cada momento y aprended de cada cosa y persona que os encontréis en el camino. ¡Buen viaje!

Gloria Bellido

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