Tiempo de espera

Gloria BellidoGloria Bellido

Este año el otoño se ha hecho de rogar. Estábamos a mitad de octubre y todavía se podía estar tranquilamente en manga de camisa en una terraza por la noche. Y eso ha hecho que, hasta los más acérrimos defensores del calor y el sol, hayan estado secretamente deseando que ya cambie el tiempo, que llegue un poco de frío para así tener que sacar los mullidos jerséis de invierno y las botas altas, que apetezca tomar unas castañas calentitas por la calle y cambiar la cerveza fría por el café o el chocolate caliente. Hasta empieza a apetecer un buen día de lluvia en el que pegue quedarse en casa, acurrucados, debajo de una manta en el sofá.
 
Hoy en día estamos demasiados acostumbrados a la rapidez con la que conseguimos las cosas que queremos, a tenerlo todo en el momento, y se nos está olvidando lo que es esperar ilusionados a que algo ocurra. Poca gente le da valor a la espera, a las cosas hechas a fuego lento. A pesar de que todos sabemos que saben mejor.
Por eso, este artículo lo quiero dedicar a las cosas que se hacen de rogar, a las largas esperas, a las historias que parecen interminables, en definitiva, a las metas que nos proponemos y a las que nos ha costado llegar, porque creo que todos tenemos alguna de esas en nuestras vidas. Y aunque a veces produzcan dolor o frustración durante el camino porque  nunca sabes cuándo terminarán ni cómo, seguro que al mirar hacia atrás, hacia ese tiempo de espera, los recuerdos  que conservamos nos resultan más dulces que amargos.
 
Yo he aprendido mucho de esas historias, he aprendido que las cosas se consiguen a veces. A veces, no. Y que el esfuerzo invertido merece la pena en los dos casos. He aprendido a esperar, a tener paciencia, a no ser tan caprichosa ni impulsiva,  a saber que hay cosas que dependen de mí y otras que no y a no hundirme por el camino cuando las cosas no salen como me hubiesen gustado. Saber aceptar un no sin demasiadas “rabietas” es un gran paso para la madurez.
 
Pero sobre todo he aprendido que las cosas que realmente merecen la pena en la vida son las que más trabajo nos dan, aunque solo sea por el enorme valor que nosotros les damos al esforzarnos por ellas.
 
Afortunadamente mi historia interminable acabó bien, al menos por ahora… Porque lo realmente bonito de la vida es que es una historia interminable en sí misma y por cada THE END hay un nuevo comienzo lleno de expectativas y de ilusión por el futuro.
 
Gloria Bellido

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