Reglas simples

Gloria BellidoGloria Bellido

El otro día volviendo a casa me paré en uno de esos puestecitos de higos chumbos que en Sevilla, en esta época del año, proliferan.
 
El hombre, un anciano sonriente, cogía los higos uno a uno y los iba pelando para después meterlos limpios en la bolsa de plástico. Antes de meter uno, lo examinaba bien y si no estaba del todo sano lo tiraba. Posiblemente, por los seis  higos de cada bolsita, tres los había tirado antes por no estar en buenas condiciones. Uno puede pensar que ese no es un buen negocio sacando un euro por cada bolsa, pero una clienta fija desde luego la ha conseguido porque a los dos días volví a por otra bolsa y a por algo de simpatía.
 
Creo que, ocupados como estamos muchas veces en todos los detalles de una empresa, se nos puede olvidar que honestidad y amabilidad son los pilares básicos que consiguen la verdadera fidelidad de los clientes. Puede que un puestecito de comida sea simplificar en exceso a una gran empresa, pero el principio es el mismo: una compraventa de bienes o servicios.
 
A nadie le gusta sentirse engañado, timado o darse cuenta de que se están aprovechando de su confianza y, tarde o temprano, esas cosas se descubren. Lamentablemente muchas organizaciones piensan solo en el beneficio inmediato que les puede suponer engañar a sus clientes y no tienen en cuenta que lo importante es la lealtad de esos clientes que, solo si se sienten bien tratados, volverán. Y no se trata sólo de una experiencia directa o de sentido común, hay estudios muy interesantes que relacionan comportamientos éticos con resultados empresariales.
 
Lo mismo ocurre con la amabilidad. Es increíble lo fácil que es sonreír y decir las cosas con un poco de paciencia y simpatía y, sin embargo, cuántas veces nos hemos encontrado con personas que trabajan de cara al público que son la antítesis de todo eso.
 
Creemos que con dar un buen servicio es suficiente y no contamos con que, además de clientes, tenemos en frente a personas que siempre agradecerán una palabra amable o un gesto simpático. Si nos reciben con frialdad o antipatía seremos mucho más reacios a volver la próxima vez.
 
Y todo esto, como siempre, es también aplicable a los demás ámbitos de la vida, a nuestra familia, el resto de nuestras relaciones sociales… Porque todos nos sentimos más cómodos con personas sinceras y amables.
 
Sin embargo, esta manera de ser que a algunos les cuesta tanto, no es nada que no hayamos aprendido desde que éramos muy pequeños en casa y en la guardería: no digas mentiras y aprende a decir gracias y por favor. Son reglas básicas y bastante sencillas, pero ¡qué fácilmente las olvidamos cuando crecemos un poco!
 
Gloria Bellido

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Periodismo
Constructivo