Uno no se convierte en escritor, sino que ya lo es
Creo que alguien no se convierte en escritor, sino que ya lo es. Es algo que uno lleva dentro, algo que no se puede reprimir ni sacar a flote. Va implícito en ti mismo. Sí que es cierto que se evoluciona como escritor a través del aprendizaje, de los errores y aciertos. No siempre uno es igual. Sin embargo, antes de escritor se debe ser lector. Para mí es algo imprescindible. ¿Hubiera llegado a escribir una novela sin previamente haber leído a mis maestros? Apuesto a que no. Siempre me ha gustado leer novela histórica, sobre todo a autores como Ken Follet o Noah Gordon. Me apasionaba adentrarme en su trama, en la época tan bien retratada y descrita, en esos personajes llenos de fuerza y carisma. Gracias a ellos aprendí a amar la historia y a hacer uso de una imaginación a veces reprimida.
También soy amante de los clásicos, sobre todo de la literatura inglesa. Autores como Charles Dickens, Jane Austen o las hermanas Brontë fueron mis auténticos referentes. Estamos hablando de los grandes best sellers del siglo XIX, hombres y mujeres que -pese a no tener Internet, ni procesador de texto- crearon auténticas obras de la literatura con tan solo papel y pluma. Puede parecer una tontería, pero no logro imaginar el arduo trabajo que suponía pasar una y otra vez a limpio el manuscrito. ¡Bendito Word! Pues, por eso y mucho más, los escritores clásicos tienen para mí tanto valor.
Una vez que aprendes a leer -pero de verdad-, aprendes a escribir. Como ya he dicho, uno no se convierte en escritor, sino que ya lo es, pero debe saber escribir. Tienes que encontrar la palabra adecuada a lo que quieres decir y eso no es nada fácil. Tienes que saber expresar lo que piensa o siente tu personaje y eso, ya os lo digo yo, es muy difícil. Y se aprende con la práctica. Escribir, escribir y escribir. Después de muchas páginas sin lectores, quizás tienes suerte y alguien se fija en ti. O quizá no y el mundo se pierde a una gran relatora de historias. Yo fui de las que tuve suerte. Gracias a mi agencia de representación, a mi editorial y distribuidora, mis novelas pueden llegar a todas las librerías del país. Ellos se fijaron en mí y soy una afortunada. Era escritora antes, cuando solo me leía mi familia, y lo soy ahora, cuando me lee gente de todas partes de España.
Me gusta que la gente disfrute y se entretenga con mis novelas. Que sientan que han viajado a otros lugares y a otras épocas. Soy historiadora y, además, profesora, por lo que me encanta que mis lectores aprendan historia casi sin darse cuenta a través de mis libros. Recrear nuestro pasado es una manera de conocer el presente y aprender de nuestros antepasados y de los hechos que marcaron nuestra historia es fundamental para ser mejores personas hoy. Escribir, para mí, es enseñar, entretener y devolverle la vida a cafés, calles, plazas y edificios que fueron protagonistas en su tiempo y que quizás ya no lo sean ahora. Escribir es desnudarse, vaciarse por dentro y dárselo todo al lector. Por eso soy escritora.
Marta Gracia Pons
Escritora
Marta Gracia Pons nació en Terrassa (Barcelona) en 1988. Es licenciada en Historia por la Universidad Autónoma de Barcelona, especializada en Época Contemporánea. Sus novelas Agujas de papel y El olor de los días felices han tenido una excelente acogida por parte de los lectores. Su última novela, El viaje de la libélula, la confirma como una autora que logra crear un fresco animado con protagonistas avanzadas a su tiempo, viajes y tramas apasionantes.