En Mozambique, paridad casi, casi

 

Anna ConteSiempre buscando empecinadamente “buenas noticias”, hace algunas semanas, a mediados de mayo, he leído algo “bueno” sobre Mozambique: las mujeres han llegado a ocupar el 40 % de los escaños en el parlamento y en el gobierno. Una cifra cercana a la paridad (al menos en número) que proporciona esperanzas para el futuro. Lo ha celebrado el secretario general de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon, en su viaje a África el pasado mes de mayo: “… un progreso importante en vistas de poder alcanzar uno de los  Objetivos del milenio fijados por la ONU en el 2000… Mozambique tienen mucho que enseñar a Africa y al mundo”, ha dicho.

Efectivamente, esta situación posiciona a Mozambique entre los estados africanos ‘ejemplares’ por la emancipación de la mujer, después de Ruanda, Senegal y Sudáfrica.

El camino es largo y difícil: en al ámbito social y económico, el país tiene que dar pasos adelantes, tienen que desarrollar, por ejemplo, el sostenimiento del trabajo doméstico y agrícola, tienen que combatir el analfabetismo… las mujeres, además, viven bajo la plaga atávica de la poligamia que las pone en una condición de absoluta sumisión a los hombres; una plaga muy bien descrita en el libro “Niketche, una historia de poligamia” de Paulina Chiziane (1955), primera novelista de Mozambique, narradora originalísima de historias dedicadas a la condición femenina en su país.

La protagonista, Rami, es una mujer casada, obediente y sumisa; de repente, descubre que su marido, Tony, un alto funcionario de la policía, mantiene a un puñado de “amantes-esposas” con las que además ha tenido numerosos hijos. Al principio, Rami se enfrenta a sus “rivales”, pero al conocerlas se da cuenta de que, como ella misma, no son más que víctimas. Pelearse con ellas es inútil, y además injusto, pero tampoco puede ignorarlas… ¿La alternativa? Aliarse entre ellas. En la novela, son las mujeres quienes construyen, quienes siembran y recogen, quienes poco a poco, cada día y casi sin darse cuenta, cambian el mundo…

Esta solidaridad –de la que ella habla en su novela y que tiene referencias en la realidad y en la historia de la emancipación femenina en Mozambique– esta actitud “pro” en lugar de “contra” ha contribuido seguramente a los resultados de hoy.

Una mujer que ha hecho mella en la historia del país en el siglo pasado, es sin duda, Josina Machel, un icono de la lucha por la liberación nacional y la emancipación de la mujer; esposa del que se convirtió después en el primer presidente de Mozambique. Murió de cáncer con solo 25 años, el 7 de abril de 1971, fecha  que desde entonces marca el día de la mujer mozambiqueña y que en 2010 fue elegido por el actual presidente Armando Guebuza, para poner en marcha el Ministerio de la Mujer y de la Acción Social.

Tampoco podemos olvidar a Luisa Dias Diogo (1958), economista, que hizo sus estudios entre Maputo y Londres; ya en los años 80 tuvo encargos de responsabilidad en el Gobierno, después trabajó en Banco mundial, y desde 1994, con solo 36 años, entró a formar parte del gobierno federal. Fue ministra de Hacienda en 1999 y primer ministro desde 2004; a ella se debe la puesta en marcha de diversas reformas, no solo en el campo económico, sino también en el de la salud (SIDA), en la educación y en el judicial.

Bastan estas tres figuras para darnos unas pinceladas de la mujer mozambiqueña: activa, incansable, luchadora, altruista, generosa, capaz de conjugar el compromiso civil y social con la familia y la maternidad; una mujer que apoya el progreso, también del propio sexo, en valores fundamentales, comunes en todas las culturas. El camino, decíamos, es largo, pero estas luces encendidas iluminarán también las zonas más oscuras del recorrido, y no solo en Mozambique, si sabremos escuchar, si sabremos valorizar, si sabremos reconocer lo bueno, lo verdadero y lo bello que cada cultura puede compartir con otras en un mundo globalizado.

 

Anna Conte

 

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