La ley del mínimo esfuerzo

Gloria BellidoGloria Bellido

Nadie hace nada por lo que no reciba algún tipo de recompensa a cambio.
 
No es una frase cínica o que intente sacar a relucir la parte negativa y egoísta del ser humano, es simplemente, la pura verdad. Incluso los actos que se ven como altruistas tienen algún tipo de refuerzo, aunque sea el propio sentimiento que provocan en nosotros de bienestar, de haber hecho la cosa correcta.
 
Es más, incluso lo que desde fuera se puede ver como seguido por consecuencias negativas, para la persona que lo comete tiene que tener algún tipo de beneficio.
 
El único problema es encontrar qué es exactamente lo que está reforzando la conducta, qué tipo de motivación o incentivo oculto puede tener la persona. Ya que muchas veces ni nosotros mismo sospechamos por qué hacemos las cosas que hacemos.
 
Por todo ello, parece absurdo pensar que la gente va a hacer cosas cuando estamos reforzando todo lo contrario. Por qué la gente va a trabajar más y esforzarse por las cosas si puede conseguir lo mismo con menos tiempo y esfuerzo. El ejemplo claro de esto lo vemos en muchos niños y adolescentes, cuyos padres se quejan de que no aprueban, no van a clase, no cumplen sus responsabilidades en casa y una larga lista de etcéteras aunque luego tienen todo lo que quieren y más.
 
El error está en pensar que tenemos que hacer las cosas por una especie de motivación instríseca, que estudiamos y trabajamos porque nos gusta y creemos que es lo bueno para nosotros y para la sociedad.
 
Eso está muy bien y en muchos casos es el objetivo a lograr pero nunca es un comienzo. Ningún niño ni ningún adulto se va a levantar una fría mañana de lunes a las 7 y media con una profunda convicción de que eso es lo correcto y que es lo que realmente le apetece. Hay que premiar esa conducta al principio, con recompensas tangibles, para que poco a poco se vaya interiorizando ese sentimiento del deber.
 
Y esa me parece una magnífica metáfora sobre la sociedad en la que vivimos. Nadie puede pretender que superemos por nosotros mismos la cultura del mínimo esfuerzo si no vemos que al hacerlo las cosas van a mejorar para nosotros. Es una pena la cantidad de personas cuyo esfuerzo y talento están desperdiciados pues nadie les enseñó que si daban lo mejor de sí mismos serían recompensados en la justa medida.
 
En vez de tanto quejarnos porque la gente no hace lo que se supone debería hacer preguntémonos si la sociedad en la que vivimos facilita las cosas para que todo el mundo desarrolle al máximo su potencial.
 
Gloria Bellido

Pensar y sentir

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