Igualar
Me pedí para los Reyes la nueva Gramática de la Real Academia. Como no me la han traído, aprovecharé para emitir una queja contenida desde hace muchos años. Algo así como utilizar mi derecho al pataleo. Vivimos un tiempo en que las reivindicaciones están a la orden del día, así como las reclamaciones de todo aquello que creemos está en nuestro derecho.
Especialmente las mujeres llevamos años, más bien décadas, luchando por tener nuestro sitio en la sociedad. Pero lo que ahora llamamos reivindicación de la igualdad de sexos ya lo comenzaron nuestras abuelas, especialmente las de color «colorao» como lo llamaban algunas. Ellas reclamaban su sitio como mujeres, nosotras la igualdad con los hombres. No sé si es un simple cambio en las formas o también lo es en el fondo. Yo me identifico más con el primer término que con el segundo.
Ahora bien, las formas tienen más importancia que la que le damos. A las que amamos nuestra Lengua, la cuidamos, la respetamos e intentamos cada día conocerla mejor hay algo que verdaderamente nos repatea: el lenguaje machista.
Ya en mis tiempos de facultad aprendí cómo el castellano es machista. Y lo que es peor, cada vez lo es más, y aún peor, he comprobado en muchos manifiestos feministas que las mujeres utilizamos muchos términos machistas a la hora de expresarnos. Yo tuve una profesora de Lengua que fue la que me enseñó a amar y valorar el castellano como una de las lenguas más ricas. Mas bien la llamaría maestra; porque el término profesora es más frío. Maestra transmite mucho más.
Tengo varios ejemplos al respecto, que nada tienen que ver con los miembros y las miembras.
La palabra «mar». «El mar, la mar, marinero…», que diría Alberti. El mar, se refiere a esa porción de agua símbolo de ocio y disfrute en el buen tiempo. Estaría mal expresado decir que vamos a pasar las vacaciones en la mar, a no ser que nos vayamos de pesca en un atunero. La mar… la mar significa duro trabajo. Esa maldita mar donde los marineros se enfrentan con todo tipo de contratiempos. Esa mar que se queda con nuestros marineros dejándonos viudas y huérfanas. El mar, disfrute; la mar, dolor. ¿Y qué decir del vocablo «cojonudo»? Según la Real Academia, algo estupendo, magnifico y excelente. ¡Qué bonito! Por el contrario, «coñazo» es algo latoso e insoportable.
Los ejemplos serían muchísimos. Está claro que tenemos un lenguaje machista. Yo antes me enfadaba con la Real Academia de la Lengua, pero me explicaron que ellos se adaptan a la evolución de la sociedad. Por tanto, mal está que esto suceda así porque se trata de un caso claro de discriminación sexista, pero es que lo utilizamos así. Y no es extraño escuchar hablar a muchas mujeres, incluso las que se denominan feministas utilizando estos términos.
Para el año que viene no sé si pedirle a los Reyes la nueva Gramática de la Real Academia o que me concedan el sillón de la «C», cuando se quede vacante, por supuesto.
Lourdes Otero