¿Estudias o trabajas?

Mª Ángeles TejadaMª Ángeles Tejada

Entre los 70 y los 80 una de las frases favoritas que se usaba para “ligar”, era el “pero ¿tú estudias o trabajas?”. Es bien sabido que la pregunta casi siempre da pie al diálogo y mucho más que la curiosidad por la respuesta de lo que se trataba era de iniciar una conversación. Obviamente las máximas posibilidades del resultado de la misma podían acabar en una posible cita y punto, eso es lo que había.
 
Pues ahora acaban de sacar una encuesta de Metrovacesa (El País 22-06-09) por la que un 54% de los encuestados de entre 15 y 34 años afirma que no tiene proyecto de futuro para ninguna de las dos cosas, eso es lo que hay. Obvia la respuesta que usted y yo nos hacemos y es que la mayor parte van a vivir “de los padres”, que es lo que toca.
 
Claro que la mayoría de estos jóvenes han crecido en la época de plena abundancia, en familias que no paraban de mejorar su nivel de vida, pero que debían enfrentarse a unas condiciones laborales complejas, al mileurismo, al exceso de masteritis y por qué no decirlo, al comoditis. Muchos de ésos jóvenes tentados por el dinero fácil abandonaron sus estudios y se fueron a la construcción o a otras industrias bluff, y hoy no tenemos aprendices.
 
Por otra parte, y según me cuentan, corrían los bulos entre la gente universitaria que para trabajar y ganar más dinero hacían faltan no se cuántos masters en el currículo. Y yo me pregunto: ¿cómo se puede ser “maestro” de algo sin haber trabajado nunca, sin ser aprendiz, ni oficial? Es posible que el sistema educativo tenga algo que ver, pero haber educado a muchos jóvenes, evitándoles tomar decisiones, protegiéndolos contra el riesgo y dejando que su capacidad de aventura se la cuenten por la tele, en la play o en el cine ha creado  generaciones de jóvenes conservadores, individualistas y que prefiere ser funcionarios antes que emprender un proyecto profesional.
 
Hay mucha gente que se ha empeñado en romper el paradigma de que “una buena formación, equivale a un buen trabajo y a una cierta estabilidad laboral”. La verdad es que, en cualquier escenario, esta ecuación sigue existiendo porque los empresarias seguimos buscando talento , procuramos dar trabajo a todos y especialmente a los que tienen mejor actitud y nos sigue encantando la responsabilidad social corporativa, la sostenibilidad, el ecologismo y para las mujeres la conciliación familiar, claro que sí, pero resulta que al final en economía se trata de que los números salgan, o sea que si quieres conciliar debes mantener tu productividad o rebajar tus pretensiones.
 
Mientras escribo estas líneas, el Gobierno acaba de decretar una ayuda de poco más de 400 euros para los que acaban el subsidio de paro y tienen cargas familiares. La medida me parece social, necesaria y muy buena, pero lo mejor está en la letra pequeña, ya que la única  condición que pone la administración para dar este dinero en el que contribuimos todos, es que habrá que formarse, incluso cambiar de profesión. Por ahí vamos mejor, ya que para buscar trabajo lo primero debería ser estar dispuesto a sacrificar tiempo, esfuerzo y bienestar.
 
Siempre he pensado que lo mejor de los subsidios, que deben existir puntualmente, es que no tengas que utilizarlos nunca.
 

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