Educar
Cada día me asustan y me preocupan más los pequeños tiranos que estamos formando. No sé si por no saber cómo educar a nuestros hijos, porque nos da miedo enfrentarnos a ellos, o por otras razones que se me escapan. Lo cierto es que muchos de los padecimientos infantiles y trastornos del comportamiento son debidos al escaso ejercicio de autoridad por parte de los padres y educadores.
Estamos acostumbrados a ver esta situación: un niño pide algo, los padres se lo niegan tres veces y ceden a la cuarta, con los nervios deshechos. Para el niño es un juego: “insisto cuatro veces y hago lo que me da la gana”. Un juego de poder en el que él nunca va a ser el primero que se rinda.
El exceso de estímulos que proporciona la vida moderna no facilita la distinción entre lo esencial y lo innecesario, ni a los niños ni a los mayores. Los niños necesitan unos padres que hagan de guías, que infundan confianza, que eduquen con autoridad positiva. Esto no se traduce en más limitaciones, sino en más orientaciones, estabilidad y atención cariñosa. La estabilidad que proporcionan los valores de los padres y los educadores más próximos es casi la única referencia sólida en que pueden confiar los niños actualmente.
Los progenitores debemos establecer normas familiares. Eso les simplifica la vida y los tranquiliza. Las reglas les transmiten sensación de seguridad, estabilidad y estructuras positivas. No olvidemos que algunas reglas pueden negociarse, pero otras son indiscutibles.
Lourdes Otero