Discusiones

Gloria BellidoGloria Bellido

Hay personas a las que les gusta discutir. No importa si piensan igual que tú o diferente, hablan y discuten de las cosas por el simple placer de hacerlo. Les gusta crear polémica, acalorarse y confrontar su opinión con los demás en todo momento.
 
Seguro que todos tenemos un amigo así, alguien que no está satisfecho nunca con nada, que siempre tiene una opinión sobre todo y para quien discutir es una necesidad diaria, casi como comer y respirar.
 
A veces esas personas pueden llegar a resultar verdaderamente pesadas y cargantes. Hablar con ellas tiene como resultado un dolor de cabeza asegurado y una sensación de impotencia cuando no encuentras la manera de convencerle de que se puede tomar en consideración tu otro punto de vista.
 
Sin embargo, a pesar de todo eso, yo siempre he procurado tener a mano alguna de esas personas en los momentos más importantes de mi vida,  porque al fin y al cabo lo que consiguen esas discusiones eternas es que te plantees una y otra vez qué es lo que realmente piensas sobre las cosas. Te obligan a buscar los puntos débiles de tus argumentos, a pensar cómo reforzarlos o a rechazarlos si finalmente resultan ser un camino sin salida. Siempre le buscan la pega a todo, todo tiene una posible crítica, una excepción o un pero. Y tú, si realmente estás convencido de la posición que defiendes, te ves obligado a rebatir cada uno de esos argumentos.
 
No creo que nadie pueda estar verdaderamente convencido de lo que piensa hasta que no se haya visto obligado a confrontarlo con alguien así.
 
Y por eso me siento tan agradecida a las personas que no se conforman con argumentos superficiales, que no te dan la razón solo por no ponerse a discutir, que quieren llegar hasta el fondo de todo y que, al fin, te hacen pensar.
 
Muchos le tienen un miedo irracional al conflicto y la confrontación. Discutir se vuelve algo desagradable en el momento en el que las personas se sienten atacadas personalmente. Y es esto lo que puede pasar,  que muchas veces, cuando se cuestionan nuestras opiniones, parece que se nos está cuestionando a nosotros como individuos. Pero es radicalmente falso: se puede  respetar a la persona que tenemos delante y a la vez estar totalmente en desacuerdo con lo que piensa.
 
Por eso la discusión satisfactoria es aquella que se lleva desde el respeto. En ese contexto cualquier discusión es legítima y puede llegar a ser muy enriquecedora. Tener la mente abierta, la humildad de saber que nadie tiene la verdad absoluta y las ganas de entender todas las posturas son las claves para aprender discutiendo. 
 
Y esta es la única opción para que las opiniones diferentes nos acerquen en lugar de alejarnos.
 
Gloria Bellido

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