Acariciar
El final de esta palabra fue abortar, pero todo comenzó con una caricia. Una caricia en tu piel que te hizo palpitar y te hizo sentir la mujer más hermosa del mundo. Y una caricia que yo quiero enviar a todas aquellas que os encontráis en el difícil trance de estar en la disyuntiva de tener que decidir lo que nunca quisisteis llegar a tener que decidir. No quiero con estas palabras hacer ningún juicio porque pienso que quien esté libre de pecado que tire la primera piedra. Tampoco voy a repetir las barbaridades que tenemos que escuchar a diario en los medios de comunicación.
Baste decir que no me gustaría estar en la piel de aquellas que por una razón u otra tenéis que decidir interrumpir vuestro embarazo. Yo hace unos pocos de años que cumplí los preciosos dieciséis. Entonces, abortar no estaba tan socializado como hoy día. Entonces sí que era una lacra y había que hacerlo a escondidas. Es verdad que no contábamos ni con la información ni con los medios que hay hoy en día. Por tanto ¿qué es lo que ha cambiado para que cada vez haya más embarazos no deseados? Porque esa es la base. No que haya que interrumpir un embarazo, sino evitar que suceda. Estamos en el comamos y bebamos que mañana moriremos.
¿Cuál es la mejor ley del aborto? Una educación sexual completa, sin tapujos y recibida en el seno familiar. Me entristece ver a las jóvenes de dieciséis años que se encuentren en la misma tesitura, o peor, que hace veinte. ¿De qué sirve tanto progreso, tantos adelantos y tanta libertad sexual si cuando llega el momento del climax no tenemos unas ideas ni unos valores claros?
Quizá, tener un hijo no deseado sea una carga de por vida. Es raro escuchar con el paso de los años a una madre adolescente que su hijo haya sido una carga. Pero abortar sí es una carga de por vida. En palabras de mujeres que han pasado por esa situación: «un trauma imborrable». Por tanto, no se trata de estar en contra o a favor del aborto. Más bien de que seamos conscientes de qué queremos hacer, cómo y cuándo.
Escuché hace algunos años a un padre separado con dos hijas adolescentes a las cuales les había dado un consejo: sólo lo hagáis por amor. Igual suena a tontería, pero creo que no es un mal principio. Todavía no he conocido a nadie, especialmente mujeres, que les guste el sexo por el sexo. Si logramos esto para nuestras hijas, estaremos evitando algunos, o quizá bastantes, embarazos no deseados. Cuando hablo de educación me refiero a educar en valores. Tengo una amiga con una hija adolescente que presume de tener mucha confianza con su hija y de hablar las cosas claras. Aconseja a su hija de que no salga de casa sin un preservativo en el bolso. Hace unos meses asistimos al bautizo de su primer nieto.
En cuanto a la actual ley, no me aporta mucho. Si mi padre es un ogro y sé que se va a negar a que aborte, lo haré con o sin ley. A fin de cuentas es cierto que con esto se pretende evitar abortos clandestinos, pero son pocos los datos que tenemos de madres que hayan perdido sus vidas por esta causa. Más bien, han perdido sus entrañas. Dejémonos de tanta píldora del día después, de tanta libertad coital. Y regalemos a nuestras y nuestros adolescentes confianza para tratar un tema tan vital como la vida misma.
Lourdes Otero