Vocación, palabra incómoda

Anna ConteAnna Conte

Una fría noche del pasado mes de noviembre, en unos de los espléndidos salones de los Reales Alcazares de Sevilla, asistí por primera vez a la entrega de unos premios a mujeres empresarias sevillanas; concretamente se trataba de los ‘Reconocimientos AES’ a la ‘Trayectoria Empresarial Femenina’. La oficialidad y solemnidad del acto pasó casi enseguida a un segundo plano dando espacio a una sincera espontaneidad cuando fueron tomando la palabra las premiadas. Intervenciones breves, medidas con algunos momentos de mucha emotividad. Estas historias emprendedoras, todas iniciadas desde cero, me llenaron de admiración: Silvia, Maribel, Esperanza… Mientras hablaban fui anotando en mi block de notas las palabras que más me tocaban: confianza, voluntad, cultura del esfuerzo, valores, futuro… Palabras que llegan al corazón. Hubo una palabra que pronunció una de ellas que me sorprendió de manera particular: vocación. No me la esperaba, acostumbrados como estamos a relegarla al ámbito religioso. Sin embargo, en aquel momento, para aquella mujer que la estaba pronunciando había significado el elemento esencial que la había sostenido y empujado a avanzar en un trabajo repleto de fatigas, incógnitas, y responsabilidades, a veces difíciles de sobrellevar para ella y para los que estaban a su lado. Sentía en esta mujer un gran valor, una gran fuerza, y una determinación extraordinaria. Sus palabras me comunicaban el atractivo de algo que está por encima de nosotros mismos; el significado de un fin y de algo por realizar, hacia algo o hacia alguien, hacia un “otro” u otros seres humanos a los que se va al encuentro para amar.
 
 
Salí del Alcálzar con la sensación de haber abrillantado el sentido de mi trabajo y de mis objetivos en la vida. Con el deseo que la sociedad actual puedad reapropiarse de la palabra “vocación” en su significado universal: un impulso trascendente que exige compromiso y dedicación, un sentimiento que no se queda en nosotros, que nos transporta incluso hacia lo trascendente encarnado en un proyecto, en una persona o en un campo de actividad. Pensemos en cosas como los cuidados de una madre, el “carisma” de un maestro, los ojos de un enamorado, el trabajo indefenso de un investigador, la concentración de un artista… La vocación es tambien una elección que se expresa en una actividad concreta, que la inspira; la actividad a su vez llama a concentrar todas las potencialidades de la persona, la experiencia la transforma en competencia, el ejercicio regenera el talento. Creo profundamente que ahí está el espíritu emprendedor, ése del que hoy tanto tenemos necesidad, cualquiera que sea nuestra actividad. No cuesta dinero, cuesta fatiga, esfuerzo y constancia. La etimologia de la palabra “emprendedor” nos conduce a «prahendere» que significa coger o tomar, emprender una actividad que implica trabajo o que representa dificultades, hacerse cargo de algo… ¿No es apasionante?
 
Anna Conte
@anna_conte

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Periodismo
Constructivo