Una mujer emprendedora del siglo XX

Josephine Esther Mentzer es el claro reflejo de una mujer emprendedora que con trabajo y esfuerzo erigió, junto a su marido, el mayor imperio de la industria cosmética, Estée Lauder, nombre por el que se conocería también a la empresaria. Su fascinante inclinación por la belleza femenina fue clave en su rotundo éxito.

Lauder nació en 1908 (aunque se especula que pudo ser en 1906) en el seno de una familia de inmigrantes húngaros en Queens, Nueva York. Desde muy pequeña mostró un especial interés por la belleza. Solía cepillar el pelo a su madre, además de aplicarle distintas cremas faciales.  De su padre, dueño de un almacén de semillas y heno, adquirió aquellos conocimientos relacionados con los negocios y comercios. Siendo solo una adolescente, comenzó a fabricar en un horno de gas de su tío químico, sus propias cremas, que más tarde vendía en las puertas de los salones de belleza locales.

Todo este aprendizaje cultivado en sus primeros años fue constituyendo una personalidad valiente y pertinaz que no aceptaba un no por respuesta, decidiendo así constituir su propio negocio. Una imagen, desde luego, muy inusual en la época.

En 1930 contrajo matrimonio con Joseph H. Lauter (más tarde se cambiaría el apellido a Lauder), un hombre de negocios perteneciente a la industria de la confección. Tres años después tendrían a su primer hijo, Leonard. A pesar de que Esther se tuvo que encargar de la crianza de su pequeño, jamás renunció a seguir con su trayectoria profesional en el mundo de los cuidados femeninos. Ella y su marido se dedicaron a la elaboración de nuevos productos bajo el nombre de Estée Lauder.  Aunque la pareja se divorció en 1939, volverían a casarse en 1942 y a tener un segundo varón, Ronald.

Tras un intervalo de tiempo comercializando con sus creaciones cosméticas, Lauder constituyó oficialmente su empresa en 1946. Su inagotable dedicación a su negocio hacía que la empresaria se presentara por sí sola en las tiendas donde vendían sus cremas y ungüentos y llevara a cabo, sin ningún tipo de tapujos, demostraciones con sus clientas. Tal y como ella mima afirmó en alguna ocasión, “me encantan mis productos. Me encanta tocar las cremas, olerlas, mirarlas y llevarlas conmigo. A una persona le tienen que gustar sus creaciones si quiere que a los demás también les gusten”.

El lanzamiento de su primera fragancia, Youth Dew, a la que le siguieron otros muchos perfumes, tanto de mujer como de hombre, provocó tal éxito en el mercado que la firma consideró hacerse un hueco también en el panorama internacional. En 1960 abría su primer punto de venta fuera de EEUU. Nada más y nada menos que en los almacenes Harrods de Londres. Esta apertura significó solo el inicio de toda una carrera por hacerse ver en el mercado internacional. En 1985, Estée Lauder tenía presencia en 75 países. Actualmente, la expansión de la empresa se refleja en los más de 130 estados en los que se encuentra.

Al margen del ámbito empresarial, Lauder se ocupó también de distintas labores sociales, sobre todo en los últimos años de vida, como destinar parte de sus fondos a la Universidad de Pensilvania y al Museo de Arte Moderno de Nueva York (MOMA), entre otras instituciones. Asimismo, realizó esfuerzos filantrópicos en el Hospital Sloan-Kettering de Nueva York.

Finalmente, Estée  Lauder falleció en abril de 2004 a causa de una insuficiencia cardiorrespiratoria. Su tenacidad y envidiable vocación por su trabajo, lograron situar a la marca en una posición al nivel de las más grandes e importantes industrias. El triunfo conseguido se sigue cosechando hoy día. En palabras de la empresaria, “si tienes una meta, si quieres conseguir el éxito, si realmente quieres hacerlo y convertirte en otra Estée Lauder, tienes que trabajar duro, tienes que hacerlo y creer en lo que estás haciendo”.- Alicia Cruz Acal

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