Teoría de la libre elección
Están que echan humo, pero, -¡por favor, mejor fuera, que esta es zona de no fumadores!-. La hostelería fuma en pipa y le sale cara la broma. Y ahora viene el Gobierno y ya ni pipas, ni puros, ni pitillitos. La nueva ley antitabaco no es de ley. Primero, que si zonas de fumadores, que si trabajando no puede, que si te encierro en una “pecera” y que si ahora a la calle entre plato y plato, entre tapa y tapa… España ya no va a ser lo que en su día fue, ya ni la pandereta nos van a dejar tocar. Pero, oiga, que a mi me parece muy bien que se hagan zonas de fumadores y de no, me parece muy bien que en el coche cuando vayan niños no se fume y si molesta a alguien niño, adulto o abuelo también, que casi es más peligroso estar pendiente de un cigarro que de si te suena el móvil. Me parece muy bien que informen que el tabaco es nocivo para la salud, que puede matar, como todo aquello que crea adicción. Una cosa es una cosa y otra que se prohíba fumar a la sin razón, porque sí, porque yo lo digo y punto. Esto muy democrático no es.
Y eso es lo que proponen los del Club del Fumador por la Tolerancia. Que se deje elegir, que se respete el derecho del fumador a ir a un bar de fumadores, que el que no quiera no vaya, que opciones hay y para eso están. Este club ha puesto en marcha una iniciativa en la que hacen hincapié en el respeto mutuo, en la compresión de todos y en la tolerancia del saber que si molesta, no importa, se apaga el cigarrillo y ya se lo fumará en otro momento. Un lema “Prohibido prohibir” que quiere evitar la intolerancia de muchos, la incomprensión de otros e incluso la falta de educación de alguno de los no fumadores que para malos humos los suyos. Con “Prohibido prohibir” se hace un llamamiento al gobierno para que sea consciente que es anticonstitucional obligar a una persona a ir contra su libre elección, que el elegir fumar es como el elegir beberse una cerveza o un cubata, como escoger usar pantalón en vez de falda (aunque esto no mate), es una decisión personal e intransferible. Que la hostelería ha invertido un montón de euros en sus locales para adaptarse a una parte de la ley mucho más “humana”, más racional, que lo que se debe escoger es entre ir a un sitio a otro.
Vengo de familia de fumadores empedernidos: mi padre fumaba (y de eso murió), mi madre fuma (y dice que de algo hay que morir), dos de mis hermanos han fumado, y dos no. He vivido la cultura del tabaco desde que alcanzan mis recuerdos, he respirado el humo de los cigarrillos de mis amigos y nunca me ha gustado el olor que deja el humo en mi ropa después de una noche de juerga, pero respeto y esa es la clave. No me imagino ir a los toros o al fútbol sin esa cultura del puro y del cigarro. A partir de ahora los padrinos de los novios regalarán gominolas, fumarán trompetillas de caramelo y en las noches de amor, mejor jugar al parchís. No puedo imaginar que sería de actores como Humphrey Bogart, Ava Gardner, Marlene Dietrich, James Dean, pelis como Casablanca, El halcón maltés, Desayuno con diamantes o la mítica Gilda, sin el humo de un cigarrillo.
Yo no fumo, nunca he fumado, ni creo que a mi edad vaya a empezar, pero considero la libre elección, la decisión del adulto –recalco lo de adulto- a fumar y el respeto que ambos, los si y los no fumadores, debemos tener con el otro cincuenta por ciento. Más que pedir un espacio libre de humos, intentemos bajarnos los idem para llegar a un feliz entendimiento. Elijo libremente, escoja usted también.
Mónica Urgoiti Aristegui