Mujeres lingüistas, otras grandes olvidadas

RITA SANTOYO. BABBEL

La historia de las lenguas se escribe en masculino, aunque han sido muchas las que cultivaron y contribuyeron a esta disciplina. El machismo las ha mantenido en la sombra durante siglos, pero todas y todos tendremos siempre una gran deuda con ellas y con su intachable labor. En un día de reivindicaciones como este, resulta inevitable recordarlas, no a todas, porque resultaría inabarcable, pero sí a algunas cuyo trabajo fue absolutamente determinante.

María Moliner dedicó 15 años de su vida a crear uno de los diccionarios más usados y de mayor trascendencia, Diccionario del uso del español, publicado en 1967. Esta mujer sentó todo un precedente en las instituciones lingüísticas y revolucionó la manera de mostrar y estudiar las palabras con un trabajo que sigue vigente aún al día de hoy. Además, su trayectoria también la marcó su vinculación desde su juventud a la Institución Libre de Enseñanza y al Proyecto del Plan de Bibliotecas del Estado de los años 30.

Sin embargo, nunca llegaría a ocupar un sillón de la RAE por el mero hecho de ser mujer. Ese techo de cristal no se rompería hasta 1979 con Carmen Conde, escritora y activista, que recordaría a sus predecesoras en su discurso de ingreso, bajo la mirada unánime de decenas de varones. Conde, que ocupó el sillón de la letra “K”, fue una de las voces más significativas de la generación del 27. Su lugar en la institución lo sucedió otra mujer, Ana María Matute, en el año 1998.

Una figura imprescindible en la historia reciente de las lenguas es Inés Fernández-Ordoñez, catedrática y experta en dialectología, quien también consiguió formar parte de la RAE y engrosar la limitada lista de nombres femeninos en sus más de 300 años de historia. Además, esta académica estuvo a punto de presidir la institución en el año 2018, aunque finalmente fueron tres nombres masculinos los que resultaron ser los más votados. Una de sus mayores aportaciones es el llamado COSER (Corpus Oral y Sonoro del Español Rural), proyecto que la llevó a recorrer la geografía española para analizar las distintas variaciones del castellano.

En la lengua española destaca también la labor de la argentina Ofelia Kovacci, considerada una de las mayores conocedoras de la gramática en el país. Sus aportaciones se estudian todavía a día de hoy en las aulas y en su obra destaca su colaboración con la RAE o el diccionario de argentinismos. Kovacci, además, presidió la Academia de las Letras desde 1999 hasta la fecha de su muerte, en 2001.

Por último, no podemos terminar este artículo sin mencionar a la norteamericana Suzette Haden Elgin, lingüista de profesión, quien pasó a la historia por su trilogía El arte de la autodefensa verbal, una obra en la que aborda las habilidades para controlar el comportamiento lingüístico -lenguaje corporal, silencios o tono, por ejemplo- desde una óptica feminista. Como escritora también se convirtió en un referente de la ciencia ficción con sus novelas Native tongue.

La lista de mujeres que han contribuido, y lo seguimos haciendo, en el ámbito de los idiomas es casi infinita, una relación que no se corresponde con el nivel de reconocimiento. A menudo los premios, homenajes y distinciones llevan un nombre masculino. Por eso, vale la pena pararse a rebuscar en los entresijos de la historia y darle a todos estos nombres el lugar que se merecen.

Rita Santoyo

Editora en el departamento de Didáctica de Babbel

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