Retocar
Ahora que ha empezado el mal tiempo me acuerdo del verano, de los días de playa, y alguna que otra vez recurro a las fotografías tomadas en las vacaciones para recrearme durante unos instantes. Cada año, a principios de verano, allá por el ya lejano mes de junio nos reunimos un grupo de amigos en una preciosa isla balear. Son los mejores días del verano porque los coges con auténtica ansia y además formamos un grupito con muy buen rollo. Como es habitual hoy en día, todos llevamos nuestras cámaras y sacamos tropecientas fotos cada uno. El último día mis amigas quieren que yo me las lleve todas, las edite en un cd y se las envíe a cada una. ¿Por qué? Porque dicen que yo soy la mejor que hago las fotos (modestia aparte) y que se ven estupendas. Ellas no saben que gracias a las técnicas modernas les quito alguna arruguita, un lunar mal puesto, las horrorosas manchas que causa el sol… Y sobre todo esa barriguita cervecera propia de las vacaciones y los días de relax. Y es que no es justo que por dos cervezas (quien dice dos, dice cuatro) nos condenemos al resto de nuestros días a vernos con una figura que no tenemos el resto del año. Pienso que con esto no hago daño a nadie y, sobre todo, tampoco engaño. Es normal que a veces las fotografías tomadas en la playa, con los pelos de cualquier manera, con el sol de cara… muestren una imagen diferente a la de la realidad. Así que un retoquito no viene mal.
Ahora bien, una cosa es eliminar algún defecto para vernos más favorecidas y otra muy distinta es hacerlo para engañar. ¿Cómo me puedo creer que esa famosa actriz que aparece en casi todas las revistas me cuente que con una simple crema se le haya quedado esa cara de culito de bebé a sus ya cumplidos sesenta años? Todas sabemos que la publicidad tiene sus trucos, pero desde que apareció el retoque fotográfico se está llegando a extremos de pura ciencia ficción.
Recuerdo la primera vez que pisé un plató de televisión y nos enseñaron una cámara a la cual le ponían una media cuando iba a actuar una famosa cupletista. Luego, cuando veías las imágenes en la televisión de tu casa era evidente esa difuminación de sus arrugas. En ese caso tampoco lo veía como un engaño. La coquetería lleva a algunas personas a no aceptar la realidad del paso del tiempo. Creo que la mayoría de la gente se daba cuenta, pero ella era feliz así, por supuesto, negándolo siempre. A mí, incluso, me causaba cierta bondad o, más bien, lástima.
Pero como decía antes hay cosas de pura ciencia ficción. Todas sabemos que rara es la mujer que no tiene un poco de celulitis, y que no hay nada que la elimine definitivamente. Pues a partir del mes de marzo nos bombardean los anuncios de cremas. Y yo siempre me pregunto, si las modelos que las anuncian no tienen ni una pizca de celulitis, ¿para qué quieren las cremas? Y sabemos que es un engaño, que están retocadas, pero en la mayoría de los casos sucumbimos y nos creemos sus promesas. Este es el tipo de retoques que deberían estar prohibidos, porque aquí sí que se engaña con fines comerciales.
Chicas, disfrutemos de nuestros defectillos, intentemos atenuarlos, pero no nos dejemos engañar.