Mujeres que hacen cine
Siete de 74 y ocho de 53. Esa es la presencia de las mujeres participantes que compiten en estos días en la XXVI edición de los Premios Goya en las categorías de mejor dirección y mejor dirección novel y que aspiran a convertirse el próximo 10 de enero en una de los finalistas de cada categoría. Pero, ¿es un problema de número de directoras? ¿de calidad? ¿de éxito? ¿de talento? ¿de promoción? ¿de reconocimiento? Esas cifras son fruto de la realidad, apenas un 8% de las películas que se producen en nuestro país están dirigidas por una mujer. En guión y producción las películas con participación femenina no alcanzan el 20%; y no importa si hablamos de cine, televisión o documentales: la creación audiovisual en nuestro país está casi absolutamente en manos masculinas. El resultado de estas cifras no solo se traduce en escasa presencia femenina en premios como los Goya sino también en la perpetuación y legitimación de todo tipo de estereotipos sobre la mujer que la escritora y crítica de cine Pilar Aguilar resume en la siguiente frase: “Si un marciano conociese nuestro planeta a partir de las películas más taquilleras de los últimos seis años, se convencería de que la población terrestre está formada en un 90% por hombres, muy activos, arrojados y agresivos y que se relacionan sobre todo entre ellos. También verían que hay un grupo pequeño de seres llamados mujeres, que se comunican poco o nada entre si, que casi siempre son pasivas, poco dadas a resolver conflictos y cuyas vidas giran en gran medida alrededor de los hombres”.
A ver, no cabe duda de que la industria del cine en España es dificilísima tanto para hombres y mujeres, pero más para las mujeres para las que parece les resulta milagroso hacerse un hueco. Mientras los negocios se cierren en un bar, mientras tanto productores como críticos duden del talento femenino, mientras las mujeres tengan una menor presencia en jurados de cine, comités para elegir subvenciones o artículos sobre los nuevos talentos del cine español, no descubriremos que ya, y hace tiempo, las directoras también pueden contar historias, hacerlo bien, y ser ‘rentables’.
Isabel García
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