Florece viviendo tu pleno potencial y gozando de cuidarte y cuidar

Vivimos una época caracterizada por el auge del individualismo y del cuidado del cuerpo y de uno mismo. Se ha puesto de moda cuidarse yendo al gimnasio y al spa, los masajes, el ir a correr, las terapias de todo tipo, cuidar la alimentación y tomar suplementos vitamínicos. Se ofrecen diversidad de cursos para el autoconocimiento y el autocuidado. Estamos inmersos en una cultura que nos impulsa a tratar de mejorarnos a nosotros mismos, a cultivar nuestra autoestima y a desarrollarnos como personas.

Qué buena noticia que nos cuidemos y que lo hagamos de la forma más respetuosa y en armonía con el medioambiente. Es realmente una buena noticia siempre y cuando no nos miremos demasiado el ombligo y olvidemos de cuidar al prójimo. Esto es lo que puede ocurrir y ocurre teniendo en cuenta que esta es una cultura que cultiva el yo, el mí y lo mío. Uno mira demasiado para sí mismo y lo que desea, que no siempre coincide con lo que necesita. Ocupados en satisfacer nuestros deseos y necesidades innecesarias, hemos creado una gran desarmonía mundial. La avaricia es una gran enemiga de la salud propia y de la del planeta.

Cuando uno se acostumbra a cuidarse a sí mismo y a cuidar sus espacios, puede llegar a estar ciego y sordo a las necesidades de los demás o bien sentir que el cuidar a otros es una carga. Si llega a cuidar es por responsabilidad o por obligación, no desde la alegría del darse al otro y de compartir desde el ser. Las relaciones se convierten en una carga hasta el punto que en occidente muchas personas viven solas. ¿Cómo dejar de sentir que cuidar es solo un deber o una carga?

Cuidar es mucho más que solo atender en la enfermedad y el dolor. Cuidar es amar, apreciar, aceptar, acoger, abrazar, sentir, comprender, compartir, acompañar, sanar, aliviar, inspirar, impulsar y cocrear. Cuidar es escuchar, estar presente, disponible, abierto y atento. Cuidar es darse desde la alegría.

Cuidarnos es esencial para vivir con dignidad y alcanzar la plenitud, para dejar de machacarnos y disolver el diálogo interior desesperante e inútil.

Probablemente nunca habíamos tenido tanto y, al mismo tiempo, nunca habíamos estado tan insatisfechos. ¿Qué sociedad hemos construido para que, teniendo tanto, continuemos tan insatisfechos, es más, para que haya aumentado nuestra insatisfacción? Una clave puede estar en que gran parte de la vida de las personas se orienta por lo que creen que deberían ser y no por lo que son en realidad. A menudo, uno se da cuenta que solo existe como respuesta a exigencias ajenas. Descubre que trata de pensar, sentir y comportarse de la manera en que los demás creen que debe hacerlo. Es como si quisiéramos ser quienes no somos.

El filósofo Sören Kierkegaard señala que, por lo general, la causa de la desesperación reside en no elegir ni desear ser uno mismo, y que la forma más profunda de desesperación es la de la persona que ha elegido “ser alguien diferente de sí misma”.

La mejor decisión que uno puede tomar es la de elegir y desear ser lo que uno realmente. Experimento plenitud al ser yo misma y permitir que los otros sean ellos mismos. Me ayuda el indagar en las preguntas esenciales que prevalecen desde la antigüedad: ¿Quién soy yo realmente? ¿Cómo puedo entrar en contacto con el sí mismo real que subyace a mi conducta? Despojarnos de corazas, descubrirnos y realizarnos en nuestro pleno potencial facilita que florezcamos desde nuestro núcleo sano y vital.

Miriam Subirana

Autora de El placer de cuidarnos

Doctora en Bellas Artes por la Universidad de Barcelona

Coach y directora de YesOuiSi

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