¿Black o White Friday?

El Black Friday, comúnmente conocido en España como Viernes Negro, es un término que hunde sus raíces en la década de los sesenta en EE. UU. y, más concretamente, en Filadelfia. Se utilizaba para describir la gran concentración de personas y vehículos que abarrotaban las calles el día siguiente a la festividad de Acción de Gracias.

Desde hace unos años, este término ha sido adoptado internacionalmente y España no se ha quedado atrás. Los comercios lanzan diversas promociones y las personas abarrotan las tiendas, en ocasiones con un objetivo muy claro, ya que este día se ha convertido en el momento elegida por muchos para iniciar las compras de Navidad y, en otras, simplemente movido por el bullicio que caracteriza al entorno y fomentando el consumo por consumo.

De una u otra forma, los que realmente se beneficia de este tipo de días son, sin lugar a dudas, los grandes almacenes. Parémonos un instante a reflexionar quiénes son aquellos que pueden acogerse realmente al Black Friday e imponer grandes ofertas en una ocasión tan concreta. Al pequeño comercio le es muy complicado imponer promociones destacadas en esta fecha, ya que para ello, tendría que hacer importantes pedidos que están fueran de su alcance tanto por presupuesto como por espacio.

Asimismo, el Black Friday también ha sido objeto de numerosas críticas por las estrategias fraudulentas de marketing impulsadas por importantes tiendas y denunciadas por las organizaciones a favor de los derechos de los consumidores. A esta polémica se ha unido también la del Ciber Monday, considerada un absoluto fiasco entre los consumidores que afirmaban que la media de los descuentos en algunos de estos establecimientos se situaba en el 0%.

Todo ello me hace pensar en las diversas costumbres que, desde hace un tiempo para acá,  hemos empezando a adoptar tanto aquí como en los países de nuestro entorno. Es el caso del  tradicional día de todos los Santos, que actualmente también conocemos como día de Halloween, y en el que cada vez más vemos a niños disfrazados por la calle, pidiendo dulces y caramelos tras el recurrente Truco o trato que antes solo escuchábamos por televisión. ¿Hasta qué punto no estamos perdiendo esa esencia propia que caracteriza a cada región? Quizás debemos de empezar a abandonar esa mirada crítica y aceptar lo que nos viene, o mejor dicho lo que ya nos rodea, desde un punto de vista positivo. Al fin y al cabo, es una ocasión más de ocio y puede que incluso hasta de celebración. Aun así, siempre es adecuado, e incluso correcto, mantener un poco ese escepticismo que nos caracteriza ante este tipo de celebraciones.

María Cano Rico

Periodista

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