La madre de Israel

Golda Meir fue la primera mujer que ocupó el cargo de Primera Ministra en el recién bautizado estado de Israel, y la tercera a nivel mundial. Conocida como la “Dama de Hierro” en el ámbito político, su imparable labor en la lucha por acabar con las injusticias sociales y defender al pueblo judío,  ha servido hasta hoy día de inspiración para muchos.

Golda nació en 1898 y pasó los primeros ocho años de su vida en Kiev, Rusia. Séptima y penúltima hija de humilde carpintero, pudo vivir desde la pobreza el ambiente antisemita que se iba forjando durante ese tiempo. La muerte de cinco hijos a causa de la escasez y penurias, así como el temor de ser víctimas de los crecientes pogromos, persecuciones judías que ya habían sufrido de manera indirecta, llevaron al padre a emigrar a EEUU en busca de alguna oportunidad. Tiempo después se trasladaría también su familia junto a él.

En tierras americanas, Golda pudo crecer lejos de la hostilidad y violencia que había padecido durante su infancia, además de estudiar y formarse en lo que ella quería, la enseñanza. Sin embargo, las penosas vivencias de sus primeros años la marcaron e hicieron hacerle consciente de los graves problemas que aquejaban a la sociedad judía. Como ella describió, «si cabe una explicación al rumbo que tomó mi vida, es seguramente mi deseo y determinación que nunca más tuviera un niño judío que vivir semejante experiencia». De esta forma, no es extraño que decidiera afiliarse al partido político socialista judío.

Su constante actividad sionista desde entonces, hizo que convenciera a su futuro marido, Meir Myerson, de trasladarse a Palestina a hacer aliyá (término que hace referencia a la inmigración judía a la tierra de Israel). Tras haber emigrado, la pareja pudo integrarse en el kibutz Merjavia. Allí, Golda disfrutó de las tareas agrícolas que le fueron encomendadas durante cuatro años, a pesar de que tuvo que aparcar su labor docente. Sin embargo, su marido no lo vivió de la misma manera, y tras la insistente presión de este, ambos acabaron por abandonar el kibutz y mudarse a Jerusalén, donde tuvieron dos hijos. Nuevamente, el matrimonio atravesó un período de extrema pobreza. Para subsistir, Golda, entre otras cosas, se dedicaba a lavar la ropa de todos los niños del jardín de infantes al que acudía su hijo mayor.

Afortunadamente, la vida de esta mujer superviviente cambiaría muy pronto radicalmente. En 1928, se le ofreció ser directora de la rama feminista del Histradut, cargo que ella aceptó. Esta nueva posición significaba viajar a EEUU para recaudar fondos por la causa sionista, hecho que hizo estragos en la relación matrimonial y aunque la pareja nunca se divorció oficialmente, sí acabaron separándose. A la vuelta de su viaje, Golda fue nombrada delegada del Partido Laborista. Su vida y las experiencias soportadas, provocaron que se centrara en dos puntos fundamentales: los derechos del trabajador, especialmente de la trabajadora, y la ayuda a los refugiados.

Tras el término de la II Guerra Mundial, la causa sionista se agudizó aún más. Ante la creciente presión judía de conseguir la independencia, Gran Bretaña decidió actuar en consecuencia en favor de sus intereses de la colonia inglesa en territorio palestino, arrestando a los principales líderes del movimiento sionista. El vacío de poder que se generó entonces, fue ocupado por Golda como jefa del departamento de Estado del comité central de la Agencia Judía, la Sojnu.

La futura ministra tuvo, por tanto, un importante cometido entre sus manos: lidiar con Inglaterra para lograr un plan de partición en Palestina, hecho que efectivamente ocurrió en noviembre de 1947, fecha en la que se erigían en un mismo territorio un estado árabe y otro judío. Ambos países se enzarzarían en una fatídica guerra que se ha prolongado ya hasta nuestros días. Cabe decir que Golda Meir fue una de las 25 firmantes del acta oficial que daba forma a la creación del nuevo estado de Israel.

Tras ocupar varios cargos importantes como embajadora de Israel en EEUU y Rusia, ministra de Trabajo y Seguridad Social y, posteriormente, de Asuntos Exteriores, el inesperado fallecimiento del primer ministro, Levi Eshkol, conllevó a que Golda fuera designada con tal puesto, siendo la primera mujer del país en ocuparlo. Bajo su dirección, su partido subió posiciones en las elecciones generales de 1969.

Su mandato perduró cinco años y durante el mismo, la primera ministra demostró una verdadera preocupación por su pueblo, tratando de paliar en lo posible las injusticias sociales que aquejaban a la población. Finalmente, en 1974, tras volver a ganar las elecciones generales, presentó su dimisión ante los resultados negativos del conflicto contra los árabes que desprestigiaron en gran medida al Partido Laborista.

Golda se retiró a vivir al kibutz Revivim con su hija Sara hasta su muerte, en 1978, siendo sepultada en el panteón de los «Grandes de la Patria», en el Monte Herzl de Jerusalén. Como la llamaba el pueblo israelí, Golda Meir fue y será recordada como la madre judía que luchó por los derechos y el reconocimiento de su país a lo largo de toda su vida.

Alicia Cruz Acal

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