Leonor López de Córdoba

leonor lopez de cordobaEscritora –  En lo que fuera un antiguo convento de Dominicos. En una capilla lateral de San Pablo de Córdoba, escondida a la vista de los visitantes se encuentra la losa oscura que cubre el sepulcro de Leonor López de Córdoba. En el centro de la capilla octogonal se encuentra la tumba de su padre, Martín López de Córdoba.

La capilla la mandó construir ella con este fin. Sin embargo, el recuerdo de esta escritora, que inauguró en la literatura española con sus Memorias, el género autobiográfico, casi se ha perdido. Ayerve-Chaux afirmará que se trata de «la primera manifestación valiosa del género autobiográfico en España». Más aún, como escribe Domna C. Stanton, «las Memorias de doña Leonor López de Córdoba, […] no fueron sólo la primera obra de una escritora conocida publicada en España, sino la primera autobiografía» de ese país». Ni hombre ni mujer alguna habían escrito autobiografía en castellano, hasta que ella tuvo la valentía de ponerse en el centro de la narración, y de contar su versión de los hechos históricos y explicar su vida. Lo hizo en Córdoba -donde pasó la mayor parte de su existencia- y en una estratagema digna de una inteligencia que percibía con claridad el tabú que suponía el acto de escribir para una mujer medieval, dictó su escrito a un notario, y así quedó para la historia. Primero en el archivo documental de los Guzmanes -la hija de Leonor estaba casada con Juan de Guzmán, primer Conde de Niebla-, en el propio Convento de Predicadores y, la única copia dieciochesca del escrito, después, en la Biblioteca Capitular y Colombina de Sevilla. Sucedió -según el entender de los que hemos estudiado su obra, allá por el 1396.

Nació -circunstancialmente- en Calatayud en 1362, porque allí estaba la Corte y su padre era notable en ella. Muere en Córdoba en 1430. Su padre, el Maestre Marín López, era fiel partidario de Don Pedro I, así que los acontecimientos históricos que van a sucederse en aquella primera gestación de la monarquía castellana, van a influir notablemente en su vida. Son bien conocidos. Pedro I es asesinado en Montiel (1369) y subirá al trono de Castilla Enrique de Trastámara. Su padre, el maestre, con los partidarios del rey asesinado, se harán fuertes en Carmona, y Enrique II, tras meses de asedio, pactará con ellos la rendición para después no cumplir los acuerdos y decapitar al padre de Leonor. Confisca sus bienes y los del esposo. Ella tiene sólo ocho años. Será encerrada en las Atarazanas sevillanas, donde pasará encarcelada nueve años. De su familia sólo ella y su marido sobreviven a las enfermedades y a las penalidades del encierro. A la muerte del rey es liberada y vuelve a reconstruir su vida a Córdoba. Está sin patrimonio, vejada y olvidada.
Avatares de la historia harán que case con el descendiente del Trastámara una nieta del asesinado rey Don Pedro, Catalina de Lancaster. Conocida la historia de Leonor y la amistad que ésta tuvo con su madre, llevará a la cordobesa a su lado. Allí, Leonor López de Córdoba maniobrará en los entresijos de la política castellana y adquirirá gran poder. Álvar García de Santamaría en su Crónica, la describe como una mujer poderosa sin la que la reina no decidía nada «tanto era el amor que con ella tenia». Las intrigas del corregente Don Fernando de Antequera -y porque no iban a dejar los nobles que mujer alguna mandara tanto-  le costaron el cargo y la reina la devolvió desterrada a Córdoba. Allí vivió hasta su muerte. Pero había dejado escrita su autobiografía para dejar claro en ella su versión, «y por que quien lo oyere sepan la relación de todos mis hechos… y el dolor que a mi corazón llegó bien lo podéis entender quien esta historia oyere». No quiere, Leonor que la memoria se pierda o se tergiverse porque «es mi intención que quede por memoria, mandélo escribir así como vedes». Como escribe la historiadora María-Milagros Rivera Garretas «ella es, en todo momento, la sujeta de su discurso, el tamiz que filtra activamente el recuerdo de su experiencia vivida transformándolo en una composición artística».
Mujer importante en la historia de Andalucía, desterrada del canon literario y de los manuales, digna de ser rescatada del olvido, y arañar el espacio literario, y, como diría Iris M. Zavala, redimirla de su situación de «ciudadana de segunda categoría en la república de las letras».

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