¿Je suis Charlie?

Respondedme sinceramente: ¿os habéis sentido totalmente identificados con ese “Je suis Charlie” proclamado desde muchos “balcones” del Occidente evolucionado el día después del salvaje atentado a los redactores del semanario satírico Charlie Hebdo en París? Y si la respuesta es sí, ¿Por qué? ¿Ha significado identificaros con las víctimas del terrorismo islamista y por tanto poneros en el frente de quienes quieren denunciar esta barbarie? ¿Ha significado quizás declararse paladines de una libertad de expresión que reivindica el derecho a criticar y ofender a quien se encuentre en otra orilla – ideológica, cultural o religiosa?

En el primero de los supuestos, permitidme decir que se necesitaría mucha más coherencia y condenar todo acto terrorista islámico con la misma convicción y la misma visibilidad  mediática. Sin embargo, en aquellos mismos días de la tragedia en Francia, la masacre de 2000 personas en Nigeria por parte de Boko Haram, ha merecido en la mayor parte de los medios occidentales unos pocos párrafos que emitieron algunas agencias de prensa.

En el segundo de los supuestos, permitidme preguntaros, qué significa  “libertad de expresión”, la bandera ondeada por los periodistas y caricaturistas de Charlie Hebdo. Creo que es importante interrogarse sobre una cuestión significativa y delicada a la vez. Estamos hablando de un periódico declaradamente ateo, libertino, libertario y, como los mismos redactores definían con orgullo, “irresponsable”. Quien conozca un poco Francia, sabe qué espesor tiene para los franceses la sacralidad de la libertad, tanto que muchos la sustituyen por la fe en un Dios. Libertad, naturalmente, considerada en todas sus formas, desde la de la prensa a la satírica y hasta la de la blasfemia. Un sentimiento común de millones de personas en Europa.

Anna-ContePero vayamos a los detalles. ¿Se puede hacer pornografía sobre Dios, sea cristiano o musulmán? ¿Eso es sátira? Hablemos claro: la vulgaridad tan sarcástica como estúpida  de muchas de las viñetas sobre el papa, la Virgen o la Trinidad a mí me provocan pena por quienes las han concebido. Creo que son personas con una visión enferma de la sexualidad, de la persona y de sí mismos. ¿Estos autores habrían celebrado, por ejemplo, ver representadas a sus madres en poses obscenas?  ¿Quizás su reacción hubiera sido la carcajada y hubieran creído ‘oscurantista y antidemocrático’ ofenderse por esas representaciones?

¿Qué clase de PENSAMIENTO expresan viñetas de ese género?

No existe ninguna justificación  para los asesinos que han arrasado la redacción parisina y asesinado a sus redactores. Es obvio. A una ofensa – por muy brutal que sea- se responde con una denuncia por difamación y vilipendio, no con ráfagas de kalashnikov. Por ninguna razón se puede responder así. Sin embargo, no me siento identificada con un himno a una libertad que viene entendida como un ‘dios supremo’ ante el que se puede sacrificar el respeto y el sentido común y la misma percepción de la realidad. Esta presunta libertad sin igualdad y sin fraternidad termina siendo un lujo para pocos pagado con la humillación de muchos.

Como occidental, me niego a identificarme con un periódico  que ha mostrado  desprecio hacia otras sensibilidades. Condeno sin reservas el fundamentalismo islámico, pero eso no me impide  disociarme de los métodos de quienes se vanaglorian de ofender públicamente convicciones de otros.  No lo encuentro heroico, lo encuentro estúpido, poco civilizado y democrático. Y no los llamemos mártires por favor; con todo el respeto por esas víctimas, pienso que la cultura que enarbolaban era violenta, incapaz de diálogo y de construir relaciones.

Creo que pocos han conocido este hecho. Parece que de ciertas cosas no es importante hablar. En Notre Dame, en un acto multitudinario después del atentado, han rezado muchas personas  “por nuestros hermanos asesinados”, y en ese “nuestros” estaban incluidos todos, también los humildes policías, uno de los cuales era incluso musulmán. Quiero recalcar el hecho de que para esas personas los  “hermanos” eran todos, incluso esos mismos periodistas que durante años habían tachado de oscurantistas a los cristianos y vilipendiado con sus viñetas también a la religión y a la Iglesia.

Aquí está la diferencia. No hace falta añadir nada más.

 

Anna Conte

annaconte@mujeremprendedora.net

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