Jane Goodall: “Mi trabajo es dar esperanza»

Jane Goodall abrió los ojos el 3 de abril de 1934 en la transitada ciudad de Londres. Considerada una de las mujeres científicas de mayor impacto en la historia del siglo XX. Esta primatóloga se define como una persona curiosa, que no se conforma, y averigua las cosas por sí misma. Además conserva una gran empatía que demuestra abiertamente con los animales.  

Vivía en una granja de pequeña.  Cuando era niña su madre apoyó su locura con los animales,  le decía: “Cuando se quiere algo, hay que trabajar para conseguirlo, aprovechar las oportunidades y, sobre todo, no renunciar”. Por lo que Jane aprendió desde muy temprana edad la importancia de apoyar a los otros, además comenzó a crecer en ella la semilla de un sueño que de mayor se haría realidad: ir a África.

Creció sin el ruido ni las imágenes constantes de la televisión algo que le favoreció a la hora de contar sus experiencias.  Goodall piensa que para contar una buena historia hay que sentirla llegando al corazón de los demás, sintiendo una especie de conexión. No vale leerla en un libro y repetirla de forma mecánica.

La naturaleza y los libros era sus grandes pasiones. Además de la biología, la historia y la lengua. Siempre le gustó mucho escribir, un don que cultivó con el paso de los años.  Cuando era tan solo una niña le regalaron un libro que se llamaba: El milagro de la vida, al que le guarda mucho cariño y del que aprendió cosas que dice que “no son para niños”.

Con tan solo 23 años cumplió el sueño que tenía de pequeña y viajó a Kenia, allí logró trabajar con Louis Leakey, el antropólogo, descubridor del Homo habilis la envió por aquel entonces a Gombe a que estudiara los chimpancés salvajes. Se equipó con unos binoculares, un cuaderno y la pasión que sentía por este mundo salvaje. Iniciando algo que sin saberlo cambió el rumbo de su vida y la humanidad. Como ella bien dice: “Lo que haces marca la diferencia y tienes que decidir qué diferencia quieres hacer”.

Tras observar e investigarlos exhaustivamente llegó a conclusiones que revolucionaron la comunidad de la ciencia. Descubrió que los chimpancés usaban palos para cazar termitas, este uso de herramientas estaba limitado a los hombres, pero Goodall descubrió que estos animales también compartían ese rasgo. Considerado uno de los mayores logros del siglo veinte.

Sin estudios universitarios previos se sacó la licenciatura en etología. En aquella época algunos profesores la acusaron de antropocentrismo, es decir, darle cualidades humanas a los animales. A su parecer la joven había errado en ponerle nombre a los chimpancés, ya que la premisa científica de ponerle números, era para no provocar ningún apego que quitara objetivismo a la investigación.

Otras de sus aportaciones fueron a través de una publicación llamada Otra manera de vivir, donde propone una revolución contra la carne, por el maltrato que se lleva a cabo con los animales en las granjas industriales y el lamentable desgaste del medio ambiente que la ganadería produce.

Su reto mayor fue demostrar sus ideas revolucionarias sin que el resto de científicos la atacaran por sus métodos tan poco ortodoxos. También aprender a escribir de una forma lógica y científica fue un gran salto para demostrar sus hallazgos.

No obstante, en lo que nunca estuvo de acuerdo es que para ser científica hay que ser totalmente objetiva y dejar los sentimientos a un lado…mente y corazón deben estar en armonía: hay que tener empatía.

En 1977 fundó el Instituto Jane Goodall que está presente en más de 30 países alrededor del mundo, incluido España, donde se realizan labores de conservación en África. Además creó un grupo que se llama: «Raíces y Brotes» formado por jóvenes. En el que se ayuda a las personas, a los animales y al medio ambiente.

Tiene más de 100 premios internacionales, incluido el Premio Príncipe de Asturias de investigación en 2003 en España. Y en abril de 2002, fue nombrada como “Mensajera de la Paz” de Naciones Unidas.

Hoy en día se dedica a viajar alrededor del mundo en promedio de 300 días al año con el objetivo de concienciar al planeta de la importancia de conservar los hábitats y preservar la biodiversidad. Motiva a las personas para que asuman esta responsabilidad que tienen de cambiar las cosas, de que bajen su pedestal evolutivo y vean a los animales como iguales. Un mensaje contundente: «Si nuestra evolución es mejor deberíamos ser capaces de de crear un mundo mucho mejor, más noble y respetuoso con el resto de especies».

Azucena Monge Pérez

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