Gerda Taro

Gerda Taro, la fotógrafa de las trincheras

Conocida como «El pequeño zorro rojo», se convirtió en la primera mujer fotoperiodista de guerra de la historia

Una fotografía arriesgada en plena línea de combate. Gerda Taro, la mujer que inmortalizó las desdichas de la Guerra Civil española. La fotografía siempre fue su pasión, reflejar la realidad en el papel, sin adornos. Sus imágenes dieron la vuelta al mundo, aunque no siempre bajo su firma, pues muchas de sus obras se dieron a conocer bajo el nombre de su pareja, Robert Capa. El fotoperiodismo de guerra era un campo vetado para la figura femenina hasta que Gerda Taro llegó a la Guerra Civil española para convertirse en la primera mujer fotoperiodista de la historia.

Gerta Pohorylle, más conocida como Gerda Taro, nació en el seno de una familia burguesa judía en la localidad de Stuttgart, Alemania. Pronto se vio afectada por el ascenso de Hitler al poder que comenzó a perseguir a todo aquel que procesase un mínimo de aprecio hacia el judaísmo, su política antisemita y el nazismo la echaron a patadas del que era su hogar. De forma precipitada, se vio obligada a huir con una amiga a París donde comenzarían sus primeras andanzas. Trabajó de niñera, camarera, mecanógrafa de un psicoanalista y de secretaria en la agencia Alliance Photo dónde obtuvo una buena red de contactos y descubrió su pasión por la fotografía.

En la capital su vida dio un giro de 180º, conoció al hombre que se convirtió en su mitad Endre Friedman, un joven fotógrafo húngaro de origen judío. ¿Pero qué podían hacer dos jóvenes veinteañeros judíos en una Europa antisemita? Ambos fueron conscientes de que su juventud no les ayudaría a ganarse el pan de la fotografía y su ascendencia judía no jugaba en favor de ninguno. Conscientes de sus limitaciones decidieron cambiar de identidad, sus nombres ya no serían claramente judíos, ella Gerda Taro, él Robert Capa. Sin dejar nada al azar, se encargaron de diseñar la vida de ese nombre imaginario. La pareja enmarcó al varón bajo la apariencia de un hombre rico estadounidense, recién llegado a Europa, de gran prestigio en el mundo de la fotografía, que no vendía sus trabajos a cualquier precio. Una idea de una vida inventada que pronto les consagraría como la pareja de fotógrafos más ilustre de la historia.

Así, como si de una novela se tratase, comenzaron a vivir y trabajar ocultos bajo su nueva identidad. Gerda se convirtió en la encargada de vender las fotografías para las agencias fotográficas y si algún periodista quería hablar con Capa, ella buscaba la excusa perfecta para que nunca se conociera su paradero.

Desde las trincheras

Cuando en julio de 1936, estalló la Guerra Civil española, los jóvenes vieron la oportunidad perfecta para inmortalizar aquella batalla campal. Gerda convirtió el conflicto español en su escenario fotográfico: muertes, soldados, mujeres, niños, tanques… Fueron los protagonistas de su fotografía de denuncia social, que mostraban ya no solo el conflicto si no la situación de la gente de a pie, la devastación de una nueva guerra, las consecuencias de la Primera Guerra Mundial y el ascenso de las ideologías supremacistas. Sus fotografías eran el reflejo de la destrucción de una batalla que se llevaba por delante a familias enteras mientras unos pocos peleaban por el poder.

Entrenamiento de una miliciana republicana fotografiada por Gerda Taro
Miliciana republicana fotografiada por Gerda Taro

La joven no sólo se encargaba de hacer “click”, sus ideales también tenían cabida, el antifascismo, sus ideas revolucionarias y la injusticia social fueron la gasolina perfecta para mover sus publicaciones. Una expresión de sus pensamientos que no se verían acallados por nadie. Así, la trinchera republicana de la Guerra Civil se convirtió en su segunda casa, una compañera de los soldados, los cuales la respetaban y protegían como si de su vida propia se tratase; consiguió ganarse el respeto en el campo de combate. Las crónicas la nombraban como la fotoperiodista apodada “El pequeño zorro rojo”, su color de pelo, su belleza y su astucia para colarse en sitios donde nunca antes las mujeres habían podido pisar le otorgaron ese apodo.

Durante esta época, Gerda Taro utilizó el seudónimo compartido con su pareja al comienzo de su estancia en España, pues sin duda era el más conocido de los dos, le interesaba vender más fotografías. Sin embargo, pronto comenzó a firmar sus propias instantáneas como Taro, desligándose de la sombra que proyectaba su compañero.

El amargo final

Las ansias de conseguir la instantánea perfecta hicieron que se expusiese a peligros cada vez mayores en un momento crítico en el que las fuerzas del general Francisco Franco habían retomado el control de Madrid. Su trabajo acabó cuando se quedó sin rollo fotográfico. De camino a un pueblo cercano un tanque que transportaba soldados heridos fuera de control la atropelló muriendo al día siguiente en el hospital.

De este modo, en julio de 1937 con tan solo 26 años fallecía en la Guerra Civil española esa joven que huyó de la Alemania nazi y que se convertiría en la primera mujer fotoperiodista de guerra de la historia que pereciera en campo de batalla.

 

Inés Ruiz

Instagram: @ines_ruiz98

Tags:

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Periodismo
Constructivo