En las nubes
El próximo 30 de mayo, la Feria del libro de Madrid acogerá la presentación de la primera Plataforma de distribución de libros electrónicos de España, liderada por Planeta, Mondadori y Santillana. En total, saldrán a la Red unos 2.000 títulos de 11 editoriales (las tres españolas y otras ocho más). El precio de estos títulos electrónicos será aproximadamente un 30% más barato que en papel. Al mismo tiempo se presentará Google Editions, que ofrecerá unos 500.000 títulos de libros de dominio público digitalizados, fundamentalmente de las bibliotecas nacionales de Roma y Florencia. Para acceder a la lectura de los títulos electrónicos (e-books) ofrecidos por la Plataforma española los usuarios necesitarán tener un e-reader, un dispositivo específico, que tendrán que comprar o pedir en préstamo a alguna biblioteca pública que disponga de ellos. Los títulos ofrecidos por Google podrán descargarse en cualquier dispositivo con conexión a Internet, siendo el acceso gratuito. Bajo una fórmula u otra, los libros estarán «en las nubes», como les gusta denominar a los tecnólogos, unas nubes en las están muchos de los que intentan vendernos la lectura electrónica como una cuestión de vida o muerte para estar a la última.
No podemos ignorar los cambios que las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) están provocando en nuestras vidas, tanto a nivel laboral, como personal. Es una evidencia a la que es difícil resistirse, sencillamente porque nos facilitan la vida, pero en cuestión de lectura electrónica hay muchas incógnitas abiertas y problemas por resolver, tantos que considero que el sector emergente del libro electrónico nos está intentando crear una necesidad que no se corresponde con la realidad.
De entrada, los dispositivos de lectura no están lo suficientemente desarrollados: son caros, tienen una tecnología de lectura muy mejorable y no se reproducen color, ni imagen en movimiento; las pantallas son pequeñas y la migración de documentos de los formatos de uso habitual al propio de este dispositivo acaba por desconfigurar los textos. Por otra parte, los e-readers más avanzados están anclados a librerías específicas, como el kindle de Amazon, donde sólo puedes comprar libros electrónicos de la Librería Amazon, de EEUU, es decir en inglés principalmente. Otros, por no existir acuerdos con las teleoperadoras, no permiten el acceso a Internet en cualquier ciudad o simplemente no tienen, lo que impide descargarte directamente los libros. Tampoco está claro cómo se va a articular el pago de los Derechos a los autores de los libros electrónicos en España, por un vacío legal en la Ley de Propiedad Intelectual. No parece que se vayan a realizar lanzamiento de grandes novedades, ni de grandes autores bajo este sistema. Otro aspecto a dilucidar es cómo articular los servicios de préstamo de las bibliotecas públicas de los e-readers y qué e-books se ofrecerán, cómo se gestionará el pago de derechos, aparatos a utilizar, normas de funcionamiento, períodos de préstamo, etcétera.
A partir de junio, las editoriales comenzarán a regalar como rosquillas los e-readers, con su paquete de e-books y contratos de suscripción obligatorios. De momento, nos están intentando crear la necesidad de que la lectura debe pasar obligatoria e inmediatamente por el libro electrónico, un nuevo negocio en el que hay muchos intereses implicados (editoriales, teleoperadoras, fabricantes de dispositivos). Otros, los más prudentes, recomiendan esperar a un mejor desarrollo de los e-readers, que van por su tercera generación.
«El papel desaparecerá en 10 años: adiós a los periódicos y a los libros: el futuro pasa por leer en la pantalla», pronostican. El doble uso de la lectura, profesional y de ocio marcará la realidad de su implantación: una doble velocidad en la que cada uno de nosotros decidirá libremente el espacio que la lectura electrónica ocupará en su vida.
Susana Muñoz