Día Internacional de las Mujeres Rurales: «Sin mujeres, no hay futuro»

 Portavoces de diferentes asociaciones de mujeres rurales analizan en qué punto se encuentra la situación y cuáles son los principales retos del sector

Bajo el lema, ‘Infraestructura, servicios y protección social sostenibles para la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres y niñas rurales’, este 15 de octubre, Naciones Unidas conmemora el Día Internacional de las Mujeres Rurales. Este 2018, desde la organización han hecho un llamamiento en favor de la mejora de los servicios públicos: atención de la salud, educación, guarderías y albergues, de los cuales dependen millones de mujeres rurales, así como de las leyes, políticas y presupuestos orientados a mejorar sus medios de vida y su bienestar.

Foto: ONU Mujeres/Ryan Brown

Y es que la agricultura sigue siendo el sector de empleo más importante de las mujeres que viven en países en desarrollo y zonas rurales, un sector que, en gran medida, pertenece a la economía informal, con un nivel de protección social y derechos laborales muy bajo o inexistente. De hecho, cuentan con un peor nivel de vida, salarios más bajos, además de acceso limitado a servicios sociales y pocas posibilidades de ascenso social.

Las mujeres rurales garantizan la seguridad alimentaria de sus comunidades, generan resiliencia ante el clima y fortalecen las economías. Sin embargo, las desigualdades de género tales como leyes y normas sociales discriminatorias, junto con un panorama económico, tecnológico y ambiental que cambia rápidamente, limitan su pleno potencial, situándolas muy por detrás de las mujeres urbanas y los hombres.

Tal y como comenta Inmaculada Idáñez, responsable del Área de la Mujer de COAG, “actualmente nos encontramos con muchas desigualdades. Si tenemos en cuenta que el 82% de las mujeres rurales españolas trabajan en explotaciones agrarias y que sólo el 22% son jefas de explotaciones, encontramos con un amplio espectro de mujeres que o son asalariadas o son familiar colaborador”.

En esta línea, Carmen Quintanilla, presidenta nacional de AFAMMER (Asociación de Familias y Mujeres del Medio Rural), ha indicado que la mujer se encuentra en un punto de evolución constante en el medio rural. “En estos momentos, se está reclamando su derecho al reconocimiento de la titularidad compartida de las explotaciones, que históricamente han sido algo exclusivo de hombres. Cada vez, es más relevante el papel de la mujer como cabeza visible de nuestro campo, donde no solo está aportando su trabajo, que es algo que siempre ha hecho, sino que está siendo capaz de desarrollar su talento y sus iniciativas”.

Y, además, continúa Quintanilla, “en estos momentos, se está luchando para que las mujeres tengan presencia en los órganos de control de las cooperativas agrarias, para que las mujeres, cada vez más preparadas, vean el medio rural como lugares donde desarrollar sus proyectos de vida. A día de hoy, un 25% de mujeres pertenecen a la masa social de las cooperativas pertenecientes al sector primario, pero solo un 4% de ellas tienen voz y voto en los consejos de administración”. Aun así, ha recalcado que “las transformaciones culturales llegan más tarde al medio rural que al urbano por lo que tenemos que seguir hablando de un sector poblacional con mentalidad patriarcal y muy ligada a la idea de que el hombre es el encargado del trabajo y la mujer de las labores domésticas”.

Por su parte, Lola Merino, presidenta de AMFAR (Federación de Mujeres y Familias del Ámbito Rural), ha indicado que es necesario que las políticas de desarrollo rural cuenten con el protagonismo de las mujeres rurales. “No se puede plantear el desarrollo rural sin contar con las mujeres, sin contar con sus capacidades y su talento para el emprendimiento y el autoempleo”. De hecho, ha recalcado que “estamos viviendo una situación de renovación, transformación o incluso, revolución”.

“Ha llegado el momento en el que las mujeres rurales queremos reivindicar nuestro derecho a decidir nuestro presente y nuestro futuro. Las mujeres rurales queremos ser escuchadas y que se cuente con nosotras para ocupar espacios de representatividad y ser el centro de las políticas de desarrollo rural. Las mujeres somos garantía de futuro en nuestros pueblos, aquejados actualmente por un grave problema de despoblación, envejecimiento y masculinización. Por lo tanto, es imprescindible que en todos los foros de participación social se cuente con las mujeres y los jóvenes para mantener viva y dinámica nuestra España Rural”, ha destacado.

Un sector en constante evolución

La presidenta de AFAMMER ha señalado que la mujer se encuentra en un punto de evolución constante en el medio rural y, además, han conseguido avanzar poderosamente en los últimos diez años, sobre todo, por la mayor formación universitaria y por la irrupción de las emprendedoras decididas, que han dado «un golpe sobre la mesa», demostrando su capacidad, su talento y su esfuerzo desmedido, con el que han mejorado en productividad y en rentabilidad las viejas formas de trabajar el campo. De hecho, gracias a ello, “se ha mejorado el acceso a los órganos de control de las cooperativas agrarias, se ha mejorado el acceso a la información y la conectividad en el medio rural. Se ha mejorado en muchos sentidos, cuyo pilar fundamental para seguir haciéndolo estará en la educación de base, que se produce en el seno de las familias y en los centros educativos”, ha afirmado Quintanilla.

Entre estas mejoras, la responsable del Área de la Mujer de COAG, ha recalcado que la mujer rural está siendo la encargada de abanderar el cambio en la sociedad y en la realidad económica y política. “La entrada a esta nueva sociedad rural se está haciendo por la vía de la independencia económica de muchas de ellas o, lo que es lo mismo, contar con ingresos propios”. Además, ha subrayado la importancia de las mujeres para evitar la despoblación. “Las mujeres son las que fijamos la población al territorio, evitando la despoblación del medio rural: gracias a nosotras tenemos un medio rural vivo”.

En esta línea, la presidenta de AMFAR ha señalado que desde que la asociación comenzara su andadura en el año 1991 “hemos conseguido que las mujeres rurales formen parte de la agenda institucional del gobierno nacional, de los gobiernos regionales, provinciales y locales. Hemos sido testigos del verdadero avance en igualdad de las mujeres rurales españolas, sobre todo, en su incorporación al mundo laboral. En los años más duros de crisis económica, el 54% del total de emprendedores que hubo en España fueron mujeres del ámbito rural, lo que evidencia su potencial y su valentía para ponerse al frente de cualquier negocio”.

Además, Merino ha recalcado que la participación de las mujeres en el sector agrario ha tenido también una profunda transformación. “Hace 25 años era impensable que una mujer estuviera al frente de su propia explotación o que condujera un tractor, algo que hoy en día se concibe como normal. De hecho, casi el 30% del total de titulares de explotación agraria en España son mujeres. Una cifra que debe seguir mejorando para garantizar la supervivencia del sector agrario y el necesario relevo generacional”.

Con respecto a los últimos hitos, Merino ha hecho una mención especial al reconocimiento del trabajo de la mujer en la explotación familiar con la aprobación de la Ley de Titularidad Compartida en octubre de 2011, “que permite visibilizar el trabajo desempeñado por las mujeres en el sector agrario, que gocen de sus propias prestaciones sociales, que garantice su pensión y su protección en caso de separación o divorcio”.

Sobre titularidad compartida también ha hablado Quintanilla, quien ha señalado que, en estos momentos, se está reclamando este derecho que históricamente han sido algo exclusivo de hombres. Además, ha señalado que “cada vez, es más relevante el papel de la mujer como cabeza visible de nuestro campo, donde no solo está aportando su trabajo, que es algo que siempre ha hecho, sino que está siendo capaz de desarrollar su talento y sus iniciativas. Además, se está luchando para que las mujeres tengan presencia en los órganos de control de las cooperativas agrarias, para que las mujeres, cada vez más preparadas, vean el medio rural como lugares donde desarrollar sus proyectos de vida. A día de hoy, un 25% de mujeres pertenecen a la masa social de las cooperativas pertenecientes al sector primario, pero solo un 4% de ellas tienen voz y voto en los consejos de administración”.

Aun así, y en opinión de Idáñez, sigue siendo un proceso lento y complicado el acceso a la propiedad de las tierras. “La ansiada Ley de Titularidad Compartida no ha servido para cambiar esta situación. Aunque las mujeres acceden a la titularidad de las explotaciones, no ejercen la jefatura de las mismas, cediéndola a sus maridos o hijos, o bien contratando a alguna persona para que ejerza como tal«. “Aquí es donde tenemos que seguir trabajando a través del empoderamiento y formación”, destaca, avanzando que “las mujeres representan el 30% de la titularidad de las explotaciones, aunque apenas el 22% son jefas de explotación, representando en torno al 14% de las tierras”.

Además, Idáñez ha recalcado que “muchas mujeres tienen condicionada su alta en la Seguridad Social a la viabilidad y rentabilidad económica de la explotación familiar agraria, teniendo en cuenta que el alta del titular no se cuestiona. Así, siete de cada diez personas empleadas como “ayuda familiar” son mujeres cónyuges, es decir, trabajan con el marido, lo que pone en evidencia su dependencia económica. Dos terceras partes de las mujeres rurales no cotizan a la Seguridad Social, según un estudio elaborado por el Ministerio de Igualdad en ocho comunidades autónomas”, concreta.

Finalmente, ha concluido indicando que este es un proceso «lento y complicado» y esgrimiendo algunos datos como que, aunque desde 2011 está en vigor la Ley de Titularidad Compartida de las explotaciones agrarias, en Andalucía todavía no hay ninguna inscripción. “Se trata de un medio para que las mujeres emprendan y sean autónomas e independientes económicamente en el medio rural, y quizás no está teniendo el éxito esperado por el coste que acarrea a la unidad familiar, por eso proponemos una especie de sello familiar con bonificación de cuota”.

Idáñez también ha abierto el debate sobre cómo el cambio climático tiene una repercusión particular sobre las mujeres rurales por varias razones, como el acceso desigual a los recursos, la educación, los derechos de propiedad de la tierra y las convenciones sociales y culturales. “Por ello, las mujeres rurales también son agentes de peso del cambio hacia una agricultura más sostenible y ecológica, y pueden desempeñar una función importante en la creación de empleos verdes. Así, en Andalucía, las mujeres titulares de fincas dedicadas a la producción agrícola ecológica superan el 31% (en las convencionales es del 29,9%)”, ha destacado.

Además, Idáñez ha analizado el “importante” proceso de feminización ligado a los procesos de transformación artesanal y comercialización en circuito corto, que ha crecido mucho en Andalucía, vinculado al crecimiento del consumo social y el pequeño comercio con línea ecológica. Por otra parte, “la viabilidad económica de estas explotaciones está logrando sinergias al combinarse con otras actividades económicas como el agroturismo y la educación ambiental”, ha afirmado.

PROPUESTAS DE MEJORA

La presidenta de AFAMMER ha planteado que hay muchas líneas en las que se deben seguir trabajando para respaldar los proyectos de futuro de las mujeres en el medio rural. Así, “un primer paso es reconocerla en los órganos de control de las cooperativas agrarias y los entornos laborales del medio”. En esta línea también será importante, “seguir apostando por la titularidad compartida de las exportaciones agrarias”. Y, por otra parte, ha destacado que otra de las líneas de trabajo que desde la asociación han venido reclamando es “la petición de que se lleven a cabo verdaderos planes de conciliación laboral que les permita tanto su desarrollo profesional como personal, que serán fundamentales para que las mujeres jóvenes vean en el entorno rural, un lugar donde desarrollar proyectos de vida con futuro”.

Por su parte, desde AMFAR, han concluido que el principal reto es liderar el cambio en el mundo rural y la toma de decisiones. “Somos muchas las mujeres que trabajamos, pero pocas las que decidimos. Eso tiene que cambiar y ha de ser uno de los retos principales de las mujeres rurales. Las mujeres deben estar donde se toman las decisiones y deben tener el protagonismo que merecen”. Y, junto a ello, su presidenta ha señalado que es preciso “garantizar la igualdad de oportunidades, apostar por la formación y el emprendimiento, fomentar la incorporación a la actividad agraria, reducir las diferencias retributivas y fomentar la corresponsabilidad en las tareas domésticas y familiares” porque “solo así podremos combatir la despoblación y el envejecimiento del medio rural, que son dos retos importantes en la actualidad”, ha subrayado.

Finalmente, desde COAG han enumerado una serie de propuestas como la de introducir la perspectiva de género en todos los aspectos, teniendo en cuenta la visibilización especial de las condiciones de las mujeres. Además, proponen “una  PAC más inteligente, moderna y sostenible, donde se mantenga la orientación comercial y apoyo al modelo de explotación agrícola familiar”. En este punto, Inmaculada Idáñez ha recalcado que es necesario que se aluda al “importante” papel de la mano de obra femenina en ella y la necesidad de que todos los Estados miembro incorporen legislación que contemple las diversas actividades que realizan las mujeres y la compatibilización de varios miembros de la familia con derechos jurídicos, sociales y económicos trabajando en esas actividades dentro de la misma explotación. “Exigimos que en la dimensión de una PAC con sostenibilidad económica, medioambiental y social se tenga en cuenta la dimensión social de la perspectiva de género”, ha apuntado.

Por otra parte, la responsable del Área de la Mujer de COAG ha señalado que en el fortalecimiento del tejido socioeconómico de las zonas rurales se habla del éxodo de personas jóvenes y no se alude en ningún momento al problema de la masculinización, que también está siendo una de las claves para el despoblamiento. “Por ello, y si bien la PAC es clave para el fortalecimiento del empleo, todas las estrategias deberán llevar su consabido informe de impacto de género por las dificultades de las mujeres para el mismo”, ha comentado Idáñez.

Y respecto a la necesidad de atraer nuevas agricultoras y ganaderas, “consideramos fundamental la estructuración de todas las medidas necesarias para promover el relevo generacional y el traspaso de explotaciones de personas mayores hacia la juventud, pero en la estrategia de atracción también se deben tener en cuenta medidas para promover la entrada en la profesión agraria a mujeres más allá de las edades jóvenes, que podrían encontrar justicia social y derechos económicos en el campo desempeñando una profesión en condiciones dignas. La PAC debe ser el instrumento que vertebre una agricultura y ganadería modernas y diversas, y no una estructura económica que perpetúe modelos patriarcales”.

Por último, Idáñez ha propuesto “la reconducción de las ayudas enfocadas al modelo de explotación donde se encuentran las mujeres, un modelo mucho más solidario con todos los eslabones de la cadena productiva”.

Y, en relación con la prevención de riesgos laborales, considera necesario tener en cuenta los distintos rasgos psicológicos y físicos de mujeres y hombres, con especial atención sobre las mujeres embarazadas y las madres lactantes. “Es necesario tener en cuenta los diferentes factores de efecto preventivo y medicinal que protegen la salud de las mujeres en el ámbito agrario: un mayor apoyo a la salud y los derechos sexuales y reproductivos es una condición indispensable para la igualdad de género y el empoderamiento”, concluye.

“Sin mujeres, no hay futuro”

Tal y como expresan desde Naciones Unidas, las mujeres rurales constituyen una cuarta parte de la población mundial y sus contribuciones son vitales tanto para las comunidades rurales como para las sociedades urbanas. Cultivan gran parte de nuestros alimentos, fortalecen las economías y generan resistencia al cambio climático. Porque, tal y como indica Carmen Quintanilla, “sin mujeres, no hay futuro” y es que, ciertamente, “sin una mujer que ofrezca su talento y su capacidad para tener descendencia, el futuro de los pueblos estaría condenado a la desaparición”. Sin embargo, las desigualdades y la discriminación de género siguen vigentes en todas las comunidades sin excepción y es fundamental unir esfuerzos para invertir esta situación.

María Cano Rico

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