Claves de la empleabilidad femenina

 

angeles-TejadaCreo que el momento en que vivimos es doblemente interesante, ya que por una parte tenemos un presente cambiante con la globalización, la innovación indigerible y la llegada de las generaciones más digitales al mundo laboral; y, por otra, la incertidumbre de un futuro que  nos obliga a permanecer con los ojos abiertos, y prepararnos por el misterio de lo que está por llegar.

Por ello, especialmente las mujeres, que estamos aún a mitad de camino en nuestra aspiración de reconocimiento universal, tenemos la obligación de estar más atentas que nunca a lo que viene. Aunque aquí tenemos cierta ventaja, pues más allá de las certezas, contamos con las intuiciones. Ya estamos acostumbradas a lidiar con las incertezas y con personas, ya sea en la familia propia, o en el mundo laboral, también con instituciones, empresas o clientes, y aprovechar las oportunidades para poner de manifiesto nuestro talento.

La ventaja es que, de forma natural, no nos mueve únicamente el dinero y el beneficio, aunque tengamos un acusado sentido del ridículo cuando se pone a prueba nuestra capacidad de gestión, pero nos gusta sobre todo poner en valor nuestra competencia; no tanto, para ensalzar nuestra eficiencia comparable a nuestros vecinos, sino para obtener un justo reconocimiento.

Por suerte, las mujeres a través de la historia nos hemos preparado para tener que hacer las cosas un poco mejor, a fin de dar mérito a nuestra labor. Hemos crecido fomentando puentes de comunicación con nuestra gente, intentamos conciliar las disputas, no dejamos de multiplicarnos para asumir multitareas y encima dibujamos una sonrisa de felicidad, aunque solo nosotras sabemos que esta actitud nos la dedicamos a nosotras mismas, porque gracias a esta natural empatía que ejercemos, nos adelantamos al premio que  creemos merecer por si acaso no se nos reconoce fuera.

Hoy se acercan al mercado laboral miles de jóvenes, hombres y mujeres, con cierta ilusión y con la esperanza de poder superar las barreras de un salario mileurista que ya se ha generalizado. Y más allá de otras recomendaciones, me gustaría retomar una frase de la Madre Teresa: “Quien no vive para servir, no sirve para vivir”, entendido a partir de esta actitud de aportar, de contribuir con el trabajo diario a mejorar el conjunto de la sociedad demostrando que no somos mejores ni peores en función del salario que nos pagan, sino que más allá de los límites normalmente poco justos, podemos aspirar al reconocimiento individual que va más allá de nuestro currículum y depende  mucho más de nuestra actitud, ganas, persistencia y generosidad. Para ello deberíamos ver el trabajo no tanto como una necesidad, sino como una oportunidad de demostrar nuestro talento.

La gran asignatura para las empresas en este momento es la búsqueda de talento, porque tener personas más adecuadas las hace más competitivas y en esta carrera las mujeres que estamos en el mundo laboral podemos ser decisivas, siempre y cuando sumemos estas condiciones  que forman parte de nuestra condición. Actitud positiva, capacidad para adaptarse y movilidad (aunque a veces signifique algún sacrificio en el ámbito familiar), motivación, que normalmente es individual, servicio a los demás (o sea lo que llamamos ser “comercial” o venderse a una misma), flexibilidad (acostumbramos a serlo físicamente y no nos resulta difícil adecuarnos porque vemos las cosas de forma global), pero ante todo la comunicación, que en general nos gusta tanto, quizás porque el trato social, nos permite  integrarnos y formar parte de un todo. No sé si podemos cambiar grandes cosas, pero estoy segura que el mundo es mejor con nosotras dentro.

Mª Ángeles Tejada

Directora General de Public Affairs de Randstad y presidenta de Fidem

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