El miedo al anti europeísmo, y no una política económica adecuada, nos libra de la suspensión de los fondos europeos

Que España no tiene diseñado un proyecto económico sostenible en el tiempo es ya un claro hecho. Desde que, allá por tiempos de Zapatero, se diera por finalizado, de forma acelerada, su keynesiano Plan E, los distintos ejecutivos centrales, desde su refugio en La Moncloa, han sido incapaces de poner sobre la mesa un proyecto económico viable, un plan estratégico a seguir que, dotando de la seguridad que toda economía moderna precisa, sirviera de clara hoja de ruta para, no sólo sacarnos de la crisis, sino hacerlo de manera que avanzáramos en términos de reparto de riqueza y de justicia social.

carmen-CastillaLejos de ello, la realidad económica que nos ahoga ha venido caracterizada por un sinfín de medidas de corte neoliberal, totalmente independientes unas de otras que, en forma de recortes, reformas y minoración de derechos, no han hecho más que incrementar, de forma procíclica y hasta niveles alarmantes, las cifras de pobreza y de exclusión social del conjunto de la ciudadanía, dando lugar a la aparición de un colectivo hasta ahora inaudito: el de los trabajadores pobres que, pese a mantener sus puestos de trabajo, son incapaces de llegar a final de mes.

Como la propia realidad está poniendo de manifiesto, este esperpento de actuaciones sin sentido e ineficaces desde todos los ámbitos, ha trasladado la crisis mucho más allá del ámbito meramente económico, convirtiéndola en cuestión laboral, social, institucional e incluso cuestionando los más básicos principios de nuestro ideal democrático.

Incomprensiblemente, y a pesar de que cada vez son más las voces cualificadas que así lo demandan, esta total ausencia de proyecto económico se ha trasladado, de manera elocuente, a Bruselas. Con asombro asistimos, en titulares de prensa, al anuncio de medidas contradictorias unas con otras, convirtiendo la gestión económica de la UE en un batiburrillo de iniciativas que, en lugar de a cuestiones económicas, responden a intereses partidistas en función de la cercanía o de la importancia de los distintos procesos electorales.

En este sentido, de qué manera puede justificarse que nuestros dirigentes europeos aplaudan las medidas contra el déficit llevadas a cabo por España, al tiempo que, como ocurrió el pasado verano, se nos amenace, cual si espada de Damocles fuera, con nuevas y más importantes multas por el incumplimiento de estos objetivos.

Qué sentido tiene que, apenas unas horas después de exigir a Madrid nuevas y más contundentes medidas de recortes y de ajustes, por valor de 5.500 millones de euros, lo que supondría, prácticamente, medio punto del PIB, se suban a un atril a anunciar o, más bien a rogar a la poderosa economía germana, la puesta en marcha de políticas de estímulo por un valor superior a los 50.000 millones de euros.

Por qué se intenta hacer creer a los trabajadores que las políticas de ajustes nos están sacando de la crisis cuando lo cierto es que, solo el miedo a la aparición de nuevos procesos de Brexit y al auge del sentimiento anti-europeísta es el que ha librado a España de las suspensión de 1.200 millones de euros en Fondos Europeos.

Si algo tiene la economía es que, a diferencia de otras inexactas ciencias, en la mayor parte de las veces sólo hay que mirar al pasado para encontrar la solución de futuro. Es mentira que las políticas neoclásicas vayan a sacarnos de la crisis. Es falso que este popurrí de recortes, de políticas de ajustes y de destrucción de derechos vaya a traducirse, a la larga, en una mejora de las condiciones de vida del conjunto de la ciudadanía. Nunca ha sido así. Si algo caracteriza a la economía capitalista es el encadenamiento de ciclos de bonanza con otros de retroceso generalizado y, por ello, podemos asegurar, sin miedo a equivocarnos, que sólo a través de medidas expansivas, que ayuden a reactivar la economía y a crear empleo de calidad, lograremos superar este prolongado periodo de dificultades económicas.

Bruselas no puede seguir amparándose en esta cómica farsa. Europa tiene que afrontar su papel de director de orquesta e incentivar la puesta en marcha inmediata, en los distintos Estados Miembros, de medidas de estímulo económico que, de una vez por todas, retomen los principios básicos del Estado del Bienestar que, un día, caracterizaron al proyecto de construcción de la verdadera Europa Social que juntos quisimos acometer.

 

Carmen Castilla
Secretaria General de UGT-A
@mc_castilla

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