Canarias te acompaña allí donde vayas
La naturaleza es la principal fuente de belleza de Canarias, que es espacio protegido en un 40% de su territorio. Unas islas donde podrás subir un volcán, sumergirte en el océano, caminar entre bosques milenarios, perderte por senderos apartados de la civilización y disfrutar de sus playas paradisiacas en un contraste de paisaje sin igual.
Las Islas Canarias, además, tienen cuatro parques nacionales declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Toda esa belleza es la que reflejan los bolsos de Afortunadas. Hazte con una de nuestras propuestas.
Garajonay en primavera – La Gomera.- En la Era Terciaria el bosque de laurisilva cubría prácticamente toda Europa. Ahora es el Garajonay, en La Gomera, la mejor muestra de esta reliquia natural conocida en el Viejo Mundo. Patrimonio de la Humanidad por la Unesco y siempre envuelto en un halo de misterio, a principios de la primavera la niebla que lo conserva deja entrever una fiesta de color entre sus troncos poblados de líquenes: una alfombra de un rosado intenso, producto de un endemismo macaronésico comúnmente conocido como pata de cuervo.
Timanfaya – Lanarote.- Timanfaya, Montañas de Fuego, un parque natural que acoge veinticinco volcanes, todavía con actividad, y que está declarado por la Unesco como Reserva de la Biosfera, te transporta a otro planeta, más cálido, desde luego. Su paisaje de piedras sobre piedras y montañas, áridas, desoladas, algunas rojas, otras color berenjena o naranjas y de repente un arbusto, verde, o un fino manto de vegetación que dejó una lluvia despistada, hacen que recorrer este territorio de Lanzarote se convierta casi en una experiencia de otro mundo. Solo el cielo recuerda que esta maravilla pertenece a la Tierra.
Andén Verde – Gran Canaria.- La isla de Gran Canaria acaba al oeste de repente, de manera abrupta, aparatosa; con unos impresionantes acantilados que se erigen desde el mar hasta los mil metros. Y en medio de esa orografía escarpada hay un corredor, una ruta creada antiguamente por el hombre para caminar y pasar sus carros entre el pueblo marinero de Agaete y el recóndito pueblo de La Aldea; el Andén Verde. Los vientos alisios cargados siempre de humedad chocan en esa pared y descargan su bien, de ahí la vegetación que la puebla y su nombre: Verde. Este camino, visita obligada para senderistas locales y de visita, es un auténtico balcón panorámico sobre el Atlántico, un mirador que sobrecoge por su altura y sus colores.
La Sabina – El Hierro.- La sabina, con formas retorcidas de tanto soportar los azotes del viento, es el melancólico y misterioso, desde la propia diseminación de su semilla ocasionada fundamentalmente por los cuervos, emblema de la menor de las Canarias, El Hierro. Sus pardos y grises, su ensortijada madera, su perfil de árbol truncado, de superviviente, le aportan una presencia tan original, caprichosa y tan poética que no hay viajero que llegue a este pequeño rincón de la Tierra que no quede impresionado tras la visita a un sabinar.
Tajinastes en Flor – Tenerife.-El final de cada primavera el Parque Nacional de Las Cañadas del Teide regala un espectáculo de inigualable color. Los tajinastes, planta endémica canaria cuyo nombre en guanche (aborígenes del Archipiélago) significa aguja, regalan su floración carmesí a los fascinados visitantes y a las abejas, que harán con su néctar una miel digna de las Islas Afortunadas. El amanecer regala un momento mágico, parece que el tiempo se detiene ante tanta belleza como de otro mundo.
Corralejo y Lobos – Fuerteventura.- Los paisajes y las vistas majoreras (gentilicio de Fuerteventura, llamada Maxorata por los guanches) descansan la vista y el espíritu. Franjas horizontales de distintos colores; fundamentalmente amarillos y turquesas, que invitan a la calma. Hasta la Isla de Lobos, parte del Archipiélago Chinijo, vista desde las playas de Corralejo, se amolda a este relax y se convierte en otra raya horizontal, más oscura, esta vez en el horizonte.
