El antídoto contra la posverdad

El año 2017 será recordado en nuestro país fundamentalmente por el conflicto catalán que, entre otras cuestiones de evidente alcance, ha devuelto a la palestra el papel de los medios de comunicación, su control heterónomo o autónomo así como la responsabilidad de los profesionales en la conformación de una opinión pública informada en una sociedad que aspira a ser realmente abierta, libre y plural.

La neutralidad de los medios públicos, el necesario respeto a la labor de los periodistas e incluso su propia seguridad personal, han sido nuevamente objeto de amplios debates en un marco en el que términos como posverdad -o “distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opiniónpública y en actitudes sociales”- no solo se han generalizado, sino que se han incorporado al diccionario de la RAE.

A mi juicio, la sociedad está aquejada de un mal que hace estragos invisibles y que está dejando huella en el desarrollo democrático. A los profesionales nos afecta porque se está cuestionando nuestra función social y nuestra responsabilidad y, sobre todo, por la falta de confianza de la ciudadanía en la honestidad y credibilidad de lo que leen, escuchan o ven. En el maremagnum de datos que Internet ha traído consigo es cada vez más complicado distinguir la realidad de la ficción, la información de la mentira; y buscar las claves de la verdad se ha convertido incluso para algunos en un negocio para detectar las fakenews.

Como en casi todo, la educación se revela como la más efectiva vacuna frente a esta gripe. Pero los estudios en Periodismo y Comunicación Audiovisual no son valorados en nuestro país: nuestro  trabajo no está reconocido ni en el mercado, ni en las condiciones salariales, ni en la estabilidad en el empleo. Los estudios de periodismo y comunicación ofrecen una formación completa y multidisciplinar que, siendo mejorable, adiestra a nuestros futuros profesionales en técnicas y disciplinas que les permitirán ser responsables, honestos y mantener el compromiso y la defensa del derecho de la sociedad a saber. Por eso, editores, responsables de medios y administraciones públicas deben apostar por ellos. Porque solo con profesionales bien formados y bien remunerados, capaces de autorregularse en su ejercicio, podremos preservar ese derecho y garantizar una democracia más sana, más madura y suficiente.

La UNESCO nos recuerda que “sin la participación informada de su ciudadanía, la caída de una democracia es irremediable. Si los que están en el poder manipulan a los periodistas, los medios de comunicación se convierten en una herramienta de propaganda que hunde a la sociedad en la ignorancia, la indiferencia y la desesperación”.

Por eso, porque el mejor antídoto contra la “posverdad” y la desinformación es un periodismo fuerte, riguroso, sólido y comprometido, desde el Colegio Profesional de Periodistas de Andalucía centramos nuestros esfuerzos en combatir las amenazas de la profesión y reivindicar la presencia de la institución como representante del colectivo, en todas las esferas de la sociedad. Es un mantra que los periodistas estamos para dar voz a quienes no pueden hablar; y porque muchas veces nos olvidamos de nosotros mismos, el Colegio está para dar voz a la profesión.

Eva B. Navarrete

Decana del Colegio Profesional de Periodistas de Andalucía

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