Adriana Lecouvreur clausura la temporada lírica en el Maestranza

Dirección musical: Pedro Halffter Caro

Dirección de escena: Lorenzo Mariani

Director del Coro: Íñigo Sampil

Escenografía: Nicola Rubertelli

Vestuario: Giusi Giustino

Iluminación: Claudio Schmid

Coreografía: Michele Merola

Producción: Teatro San Carlo de Nápoles

La tragedia de la actriz Adriana Lecouvreur en versión de Francesco Cilea constituye, ciertamente, una de las cimas del “verismo” operístico, es decir, de la combinación entre los ideales belcantistas de la ópera italiana y las nuevas ambiciones expresivas y ‘realistas’ de principios del nuevo siglo.  Para ello, es condición necesaria contar con la participación de auténticas divas del arte dramático –tal es el caso de Ainhoa Arteta- en un rol que la consagra como protagonista indiscutible. Bien es verdad que la escasa entidad del libreto, basado en sendas obras de Eugène Scribe, autor, a su vez, de numerosos libretos operísticos (Los Hugonotes, la Favorita, el Profeta) y Ernest Legouvé, limita la exposición y el desarrollo de este título verista, sobre todo en los dos primeros actos, inferiores en calidad al tercero y cuarto, infinitamente superiores en intensidad artística y emocional. En cualquier caso, el drama y la comedia aparecen felizmente fusionados en una obra que puede ser considerada como una de las más representativas en el campo musical italiano de fines del siglo XIX, después de las compuestas por Puccini y Mascagni.

Basada en hechos y personajes reales, la trama enfrenta a dos mujeres : Adriana, actriz de la Comedia Francesa y la princesa de Bouillon, en un relato dramático cuyo antecedente literario nos remite a Choderlos de Laclos, para quien el libertinaje se ofrece como una especie de drama social divertido en el que el papel de ambos libertinos rebasa su propio juego. Laclos aborda la pintura reveladora de un comportamiento humano (el libertinaje), símbolo de una sociedad decadente (la aristocracia), que desenmascara la verdadera naturaleza de las relaciones sociales (hipocresía, convenciones, conformismo). Estamos, pues, ante una ópera de gran exigencia, que requiere una soberbia puesta en escena, como sucede en esta producción del Teatro San Carlo de Nápoles. El elenco vocal – mayoritariamente español, como es norma en Halffter-contó con la presencia del bajo David Lagares (Príncipe de Bouillon), el tenor Josep Fadó (abate de Chazeuil), el barítono Luis Cansino (¡gran Michonnet!), el bajo Pablo López (Quinault), el tenor Manuel de Diego, que vuelve ‘a casa’, el barítono Ismael Escalante, las mezzosopranos Ksenia Dudnikova (convincente Princesa de Bouillon),  Marifé Nogales (Dangeville), la soprano Nuria García-Arrés (Jouvenot) y el  tenor rumano Teodor Ilincai, sobresaliente como conde de Sajonia. Sobrevolando tan excelente reparto, el personaje  de Adriana Lecouvreur/Arteta adquiere una intensidad infrecuente hasta convertirse en protagonista de una historia real que muchos descubren al final del camino y que tan bien se adapta al temperamento de la gran soprano española.

La ROSS, que parece superarse con Halffter en el podio, contribuyó a la brillantez de un quasi  estreno que viene a engrosar la ya extensa relación de éxitos operísticos a los que se suma, como de costumbre, el Coro de A.A. del Maestranza -“actitud amateur, resultados profesionales”- reza el programa- sabiamente dirigido por Íñigo Sampil.

Miguel Fernández de los Ronderos

Foto: © Archivio Storico Teatro di San Carlo

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