Una muñeca también tiene papá

Isabel GarcíaIsabel García

A mi sobrina, Melchor le ha dejado un bebé que vomita, hace sus necesidades y dice mamá. A mi sobrino, Gaspar le ha dejado un coche y una caja de herramientas. Han sido unos Reyes de ‘éxito’, a juzgar por las caras de ambos. Pero también han sido unos Reyes algo estancados en el lejano Oriente, que no han hecho más que reproducir los roles sexistas que imperan en nuestra sociedad. Y es que parece ser que no nos damos cuenta del papel que tienen los juguetes en la promoción de la igualdad entre niñas y niños.
 
Dicen los expertos que a partir de los 4 años, los niños comienzan a imitar las conductas de los adultos, de las personas que tienen a su alrededor, convirtiéndose el modelado en uno de los principales medios de socialización y de formación de la identidad sexual. Y el juego y los juguetes tienen un papel fundamental en estos procesos. Sin embargo, seguimos sin ver con buenos ojos que un niño juegue con una muñeca o a las cocinitas, pero luego querremos que intervenga en las tareas del hogar y que le cambie los pañales a sus hijos cuando sea padre. Seguimos sin ver que las niñas jueguen con camiones, pero luego desearemos que pueda acceder a cualquier tipo de profesión, más o menos técnica, y que su forma de conducir no sea motivo de queja o de burla por parte de nadie. Entonces, ningún permiso de paternidad será suficiente para que el hombre asuma su corresponsabilidad si desde pequeño le enseñamos que los cuidados de los hijos son cosa de niñas, ninguna cuota ni Ley de Igualdad será suficiente para que la mujer ceda espacio privado en favor del público. Los juguetes no tienen género, somos los adultos los que se lo inculcamos, y si lo que queremos es eliminar los estereotipos no debemos remarcar estas diferencias.

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