¡Tanto por hacer!
Una periodista del periódico “El Economista” me preguntaba hace poco si no estaba cansada del ritmo tan ajetreado de vida que he llevado desde hace 30 años. Y le dije que han sido muchos años de gran actividad pero que todavía tengo ganas de seguir trabajando y aportar mi punto de vista. Así es como me siento y creo que es mi deber trasladar mi experiencia a otras personas que empiezan.
Yo me nutro de gente joven porque tienen una visión distinta y hay que aprender de ellos. No nos podemos quedar con una única perspectiva porque el mercado cambia; hay que aprender a convivir con lo que sabemos y con lo que ahora se está viviendo para crear un futuro juntos.
Los nuevos jóvenes que buscan empleo están más preparados en la base teórica, aunque tienen menos experiencia en la práctica. Quizás tengan un poco menos espíritu de sacrificio porque se han enfrentado a menos dificultades. Sin embargo, la crisis volverá a recuperar el trabajo en equipo y a fidelizarnos a una empresa y a un proyecto y los jóvenes profesionales compartirán con todos esta vivencia.
Los jóvenes tienen ahora una preparación muy dilatada en el tiempo aunque las expectativas que las escuelas les crean son las de entrar en un empleo y ocupar una cargo más sólido. Pero resulta que cuando empiezas tienes mucho que aprender y ¡también tienes que hacer fotocopias! En la empresa, vemos cada día que las exigencias que se presentan de una forma teórica en las escuelas no coinciden con los planteamientos empresariales. Sin embargo, soy una acérrima defensora de la formación, ya que las personas mejor formadas académicamente evolucionan más rápido una vez dentro de la empresa.
La formación también es la base para la proyección de la mujer en el mundo laboral, proyección por la que estoy luchando en la Fundación Internacional de la Mujer Emprendedora (FIDEM), de la que soy miembro y actualmente Presidenta. Mujeres y hombres entran en el mercado laboral con el mismo grado de compromiso. Con diferentes naturalezas y formas de enfocar la actividad -ya que por ejemplo, la mujer es más multifunción y, el hombre, es más secuencial-, ambos resultan igual de efectivos en el desempeño de sus funciones. La asignatura pendiente de la promoción de la mujer en la empresa acostumbra a topar con las expectativas de la sociedad en cuanto a los roles de los hombres y las mujeres que, aunque poco a poco van cambiando, todavía se mantienen arraigados dentro del imaginario colectivo.
Cuando un hombre y una mujer comienzan su profesión, las diferencias salariales no existen. Con el transcurso de los años, la mujer suele renunciar a algunas promociones dentro de la empresa para tener hijos o por una vida familiar. Y lo hace debido a un problema cultural. Las épocas de promoción dentro de la compañía coinciden con la edad de tener hijos, entre los 30 y los 35 años. Es entonces cuando empiezan las diferencias funcionales y, consecuentemente, también las salariales entre ellos y ellas.
La empresa ya reconoce las ventajas del estilo femenino de dirigir mediante habilidades como la empatía, la sociabilidad y la comunicación. Ahora queda en las manos de todos que la paridad se consolide en el mundo empresarial. Las instituciones mediante la educación paritaria y la incentivación de políticas que concilien la vida familiar y laboral, la empresa con su responsabilidad social, y la sociedad en general en el cambio de mentalidad para que el reparto de funciones hombre-mujer sea realmente equitativo.