¿Por qué?
Llega el 8 de marzo. Llega el Día Internacional de la Mujer. Y llegan una vez más preguntas que cada año resuenan en mis oídos entre sones de perplejidad e incredulidad. ¿Por qué celebrar un Día de la Mujer? ¿Qué se reclama? ¿No se han alcanzado suficientes logros? ¿No hay ya mayoría femenina en las aulas universitarias? ¿No están integradas en el mercado laboral? ¿No acceden a cargos públicos? Son, sin embargo, preguntas legítimas porque evidentemente, de unos años a esta parte, la situación ha cambiado para nosotras las mujeres, alcanzando logros insospechados hace ochos décadas, las que se vienen celebrando el 8M. Pero esos logros no son suficientes. No queremos más. Queremos lo justo. Y por eso, desde este balcón privilegiado, invito a quienes aún se cuestionan por qué, que le pregunten a muchas mujeres que tienen a su alrededor y que siguen dejando sus vidas en manos de sus parejas, a las familias de esas 70 mujeres que el pasado año murieron víctimas de la violencia de género en España. Que le pregunten a las muertas de Ciudad de Juárez, torturadas antes de ser asesinadas. Que le pregunten a esas mujeres que hacen encajes de bolillos con las 24 horas del día para ser mujeres diez en sus trabajos, en sus casas, con sus maridos e hijos. Que le pregunten al 95% de los cuidadores de dependientes, mujeres. Que le pregunten a mi madre, y a la tuya, que llega a casa de trabajar y cocina para todos. Que le pregunten a las miles de inmigrantes que llegan buscando un sueño y se encuentran presas del pánico al no tener documentos para denunciar los atropellos que sufren.
Tal vez oyendo sus respuestas, sus sentires e historias, pasarían a preguntar por qué tan sólo celebrar un día. Un día para celebrar los logros cosechados pero también para reivindicar los pendientes. Sólo un ejemplo. Según “Save de Children” más de 7.000 mujeres en India son asesinadas por sus familias anualmente por causa de leyes no escritas: tener hijos varones evita pagar altas dotes para encontrar marido a sus hijas. Y aún hay quién se pregunta por qué.
Una muñeca también tiene papá
A mi sobrina, Melchor le ha dejado un bebé que vomita, hace sus necesidades y dice mamá. A mi sobrino, Gaspar le ha dejado un coche y una caja de herramientas. Han sido unos Reyes de ‘éxito’, a juzgar por las caras de ambos. Pero también han sido unos Reyes algo estancados en el lejano Oriente, que no han hecho más que reproducir los roles sexistas que imperan en nuestra sociedad. Y es que parece ser que no nos damos cuenta del papel que tienen los juguetes en la promoción de la igualdad entre niñas y niños.
Dicen los expertos que a partir de los 4 años, los niños comienzan a imitar las conductas de los adultos, de las personas que tienen a su alrededor, convirtiéndose el modelado en uno de los principales medios de socialización y de formación de la identidad sexual. Y el juego y los juguetes tienen un papel fundamental en estos procesos. Sin embargo, seguimos sin ver con buenos ojos que un niño juegue con una muñeca o a las cocinitas, pero luego querremos que intervenga en las tareas del hogar y que le cambie los pañales a sus hijos cuando sea padre. Seguimos sin ver que las niñas jueguen con camiones, pero luego desearemos que pueda acceder a cualquier tipo de profesión, más o menos técnica, y que su forma de conducir no sea motivo de queja o de burla por parte de nadie. Entonces, ningún permiso de paternidad será suficiente para que el hombre asuma su corresponsabilidad si desde pequeño le enseñamos que los cuidados de los hijos son cosa de niñas, ninguna cuota ni Ley de Igualdad será suficiente para que la mujer ceda espacio privado en favor del público. Los juguetes no tienen género, somos los adultos los que se lo inculcamos, y si lo que queremos es eliminar los estereotipos no debemos remarcar estas diferencias.
Marcha atrás
El Gobierno de Zapatero inaugura un Ministerio de Igualdad y España retrocede en el ranking mundial de trato igualitario a hombres y mujeres en el ámbito laboral. Paradójico. Y es que hemos pasado del puesto 10 al 17 en tan sólo un año, según el Foro Económico Mundial. La principal causa de este retroceso es la brecha salarial existente entre hombres y mujeres para un mismo puesto de trabajo, así como la disminución del número de féminas en puestos de poder. Parece claro pues, que los intentos por potenciar la igualdad en las empresas y en la sociedad en general, se están quedando en eso, en intentos frustrados. Mientras tanto, y como suele ser habitual, los países nórdicos lideran este ranking mundial. Las políticas sociales de Noruega, Suecia, Dinamarca o Finlandia son dignas de admiración. España no puede importar el sistema por el nivel impositivo de estos países, por lo que debe buscar la fórmula para lograr que la mujer no sea un empleado de segunda clase, ya que a todas luces resulta inconcebible que una mujer cobre menos que un hombre en un mismo puesto por el simple hecho de ser mujer. Pero sucede. En la búsqueda de esa fórmula se entiende que nace el Ministerio de Bibiana Aído. El problema es que lo hace sin las herramientas que debería. Figura por figurar y apenas ha tenido dotación económica, ya que es el único Ministerio con menos de 100 millones de euros de financiación para el próximo ejercicio. Si la apuesta por la igualdad fuese real, hoy celebraríamos la escalada de puestos en este ranking de condiciones laborales que, dicho sea de paso, el Ministerio ha decidido “no entrar a valorar”.
Educación diferenciada, ¿sí o no?
Niñas y niños, hombres y mujeres, ¿somos iguales o diferentes? ¿Tenemos ciertas aptitudes e inclinaciones innatas o son sólo producto de una educación estereotipada? ¿Por qué los hombres son más agresivos y competitivos? ¿Por qué las mujeres son más solidarias y empáticas? ¿Los niños y las niñas aprenden igual? ¿Por qué actualmente los niños fracasan más que las niñas en la escuela y por qué las chicas continúan sin acceder en igualdad de condiciones a las carreras técnicas? Estas siguen siendo las eternas dudas que se plantean colegios y padres a la hora de decantarse por el tipo de educación que ofrecerán a sus alumnos e hijos: mixta o diferenciada. Una duda en un país como España en el que el fracaso escolar afecta ya a más del 30% de los alumnos según un estudio reciente publicado por ‘Magisterio’, un dato alarmante pese a la ostensible rebaja de exigencia aplicada a la educación obligatoria con sucesivas reformas. Y es que las ventajas de incluir hombres y mujeres en la misma escuela parecen no ser una realidad absoluta. Cuando se pensaba que el asunto estaba resuelto, educadores de distintos países evalúan los resultados de las escuelas mixtas y regresan al viejo debate. Como resultado de esto, la enseñanza diferenciada está experimentando un auge internacional en el ámbito público, mientras que en nuestro país, en algunas autonomías españolas tiremos por el sentido contrario, negando subvenciones a los centros concertados de educación diferenciada o priorizando a las escuelas que practiquen la coeducación. Pero, ¿es una mejor que otra? Ambas son opciones legítimas. Lo importante es que exista la posibilidad, en igualdad de condiciones, de decidir con entera libertad. Se trata de debatir sobre qué es lo mejor para nuestros hijos, dar información a los padres y concederles el derecho de elegir libremente una de las opciones. Está en cuestión la propia libertad de enseñanza, que es uno de los derechos fundamentales más inherentes a la persona. Sólo desde la libertad se pueden forman personas libres.
Anónimas
Representan el colectivo más numeroso del país. No reciben ninguna contraprestación monetaria. No están reconocidas oficialmente. Carecen de derechos sociales como la pensión por jubilación porque, entre otras cosas, nunca se jubilan. No pueden declarar la renta por separado de su marido. Trabajan todos los días del año. Son mujeres anónimas, son amas de casa. Una ‘profesión’, ejercida a veces por obligación y otras tantas por decisión propia, que no requiere ninguna especialización o que, mejor dicho, las requiere todas. Porque el trabajo de ama de casa es susceptible de dividirse en multitud de trabajos especializados para los que solemos reservar la etiqueta de ‘profesional’. Como si ser ‘generalista’ no fuera otra forma de ser ‘profesional’. Un cocinero, un pedagogo, un pediatra, un mayordomo, un sastre, un contable, un decorador, un psicólogo,… concentran todos sus esfuerzos laborales en una sola faceta, llegando en ocasiones a alcanzar un virtuosismo admirable. Y a pesar de todo ello, son mujeres que no pasarán a la ‘historia oficial’ de las mujeres trabajadoras, pero que para mí están en el primer puesto por dedicar todo su tiempo a trabajar para los suyos. Por todo ello, hoy quiero utilizar este rincón con sabor a tejido empresarial y autonomía femenina para dar mi más sincero aplauso a ‘las otras’ trabajadoras, a todas las amas de casa de nuestro país cuyo trabajo, según afirmaba un reciente estudio de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, equivaldría al 40% del PIB nacional. ¡Ahí es ‘ná’!
Señoras o caballeros
¿Para señoras o caballeros? Esta fue la pregunta a la que, atónita, me tuve que enfrentar en la taquilla de un partido de fútbol celebrado recientemente en una de nuestras playas andaluzas. La razón: los hombres pagaban el doble que las mujeres. Entonces es cuando pienso si es que sólo me dejarán medio asiento en la grada, me permitirán vitorear medio tiempo a mi equipo, podré pedir únicamente autógrafos a los suplentes e incluso, si cobrarán a los hombres el doble al comprar una fregona o una batidora. Y aún más atónita me quedé al comprobar en la cola la alegría de algunas féminas al saber que pagarían la mitad que sus maridos, a sabiendas de que al día siguiente se les llenaría la boca reivindicando igualdad de sexos como si de una muletilla se tratase cuando su uso conviene. Señoras y caballeros, la igualdad no es sólo titulares de leyes, permisos de paternidad, mujeres cuota, conciliación y corresponsabilidad parental. La igualdad es todo eso y mucho más. Es sobre todo mentalidad. Es enseñar a hijas e hijos por igual a planchar. Es reivindicar un puesto merecido en un consejo de dirección. Pero también es entrar en las mismas condiciones que los hombres en un bar de copas, es acceder a compartir la custodia de los hijos.
90, 60, 90
Llegó el verano y con él, además del calor y de las playas abarrotadas, las dietas, las cremas reductoras y anticelulíticas, por supuesto, y los tratamientos para, en 15 días, tener un cuerpo diez. Y sobre todo la publicidad, aquella en la que una chica, por cierto siempre escultural, se dedica a comer cereales integrales o un yogurt bajo en calorías para perder los kilos que le sobran. Y mientras tanto, tú te preguntas por qué no se comerá un buen puchero andaluz, que es al fin y al cabo lo que le hace falta. Cierto es que a todas nos gusta vernos bien en bañador, y quien diga lo contrario, miente. Ahora bien, ha llegado un punto en el que es tal la tromba de mensajes masivos, inalcanzables por otro lado y que tratan de desahuciar a la opulencia de nuestras carnes, que muchas no tienen por menos que acudir mustias y resignadas a chorrearse la grasa y hasta la salud a un gimnasio mientras cenan a base de zanahorias y piña. Ejercicio sí, pero con tiempo y constancia; tratamientos sí, pero con cabeza, mesura y buscando el lado placentero; cirugía bueno, pero con una justificación real y sin una distorsionada relación entre felicidad y aspecto físico. Porque es obvio que, al final, la belleza algunos quieren convertirla en una cuestión de tallas, cuando realmente sólo se trata de saber mirarse y mirar… como en el caso de Las Tres Gracias de Rubens.
No soy perfecta, ¿y qué?
Dicen que éste es el siglo de nosotras, de las mujeres. Dicen que hemos ganado en libertad, independencia, estudios y respeto profesional. Dicen que tenemos ante nosotras más posibilidades que nunca. Lo que no dicen es el precio que estamos pagando por todo ello, un precio basado en la perfección en todos los sentidos. Y es que hoy nuestro ‘triunfar’ no pasa sólo por ser buenas profesionales en nuestro trabajo, sino por ser, además, mejores amas de casa, madres, esposas, hijas, nueras, amigas, amantes, cuerpos diez… lo que oficialmente se denominada pluriempleadas. Porque el síndrome de Superwoman no es una invención feminista, es un trastorno real que está afectando a miles de mujeres en este mundo nuestro desarrollado. Es el nuevo mal silencioso de las mujeres del siglo XXI, que se enfrentan cada jornada a 24 horas en las que cumplir a la perfección, y sin margen de error, con ese modelo inadecuado de mujer al que nosotras mismas nos hemos auto-obligado, arrastradas por una sociedad cada vez más competitiva y exigente que nos ha empujado a asumir que somos capaces de alcanzar el éxito profesional mientras que todavía depende de nosotras mismas la organización del hogar y la formación de los hijos. Ya es hora de que las mujeres dejemos de depilarnos con una mano mientras contestamos con la otra una llamada de trabajo, vigilamos mentalmente el tiempo que lleva el pollo en el horno y reprendemos a los niños mientras duran los hobbies de papá. Porque, ¿por qué las mujeres tenemos que ser perfectas?
Qué alegría, qué alboroto…
Qué alegría, qué alboroto… que en las carteras ministeriales del nuevo Gobierno de Zapatero son más las mujeres que los hombres. Qué alegría, qué alboroto… que ZP ha convertido a Chacón en la primera ministra de Defensa. Qué alegría, qué alboroto… que estrenamos Ministerio, el de Igualdad. Y qué alegría, qué alboroto… que tenemos a Bibiana Aído como la ministra más joven de la historia de la democracia. Y es que esto parece ser que es lo más reseñable de la nueva composición ministerial, tal y como han venido anunciándonos a bombo y platillo tanto Gobierno como medios de comunicación en los últimos días. No cabe duda del avance que supone que en el país en el que hasta hace poco más de 30 años las mujeres no podían siquiera abrir una cuenta bancaria, se les confiera ahora responsabilidades que parecían patrimonio de los hombres. Pero tampoco cabe duda de la capacidad de las mujeres para ocupar cualquier cargo público, una evidencia tan contrastada que resulta ofensivo ponerla en duda, como a mi parecer se ha hecho, en esa forma de anunciar y hacer público con un cierto resabio paternalista, el acceso al Gobierno de este grupo de mujeres. Lo deseable es que el camino marcado por la composición del nuevo Gobierno tenga repercusión más allá del Consejo de Ministros, que alcance a los siguientes escalones de la Administración y haga que aumente la presencia de mujeres en el Parlamento (ahora son el 36%). De la misma manera que es necesario que sirva de estímulo para corregir el desequilibrio en el mercado laboral, en el que, a pesar de los avances, las diferencias salariales y los índices de paro perjudican claramente a las mujeres.
¿Trabajo o hijos?
Obligadas a elegir. Esta es la triste realidad de un tercio de las mujeres andaluzas, según se desprende de una investigación del Centro de Estudios Andaluces que afirma que un tercio de éstas ve la maternidad como un obstáculo para su carrera profesional. No es ni mucho menos una buena noticia para los estrechos índices de maternidad españoles, uno de los más bajos del mundo. Una noticia que por otro lado contrasta con el deseo de tener hijos de las mujeres que hoy estamos en edad reproductiva y que según el mismo estudio es el mismo que manifestaron nuestras madres décadas atrás. La diferencia es que entonces se tenían y hoy muchas mujeres se quedan sólo con eso, con el deseo. Tienen razones para ello, pero sobre todo obstáculos. Las cifras lo dicen todo, porque un 28% de las españolas afirman que la crianza de los hijos ha limitado sus oportunidades de promoción laboral, un porcentaje que sube hasta casi un 32% en edades clave tanto para tener hijos como para ascender en la empresa. La maternidad (pero también la paternidad) como opción y no como destino biológico es pues, una tendencia que se consolida en nuestro país. Lo lamentable de la situación es que se haya convertido en gran parte de los casos en una opción obligada, tomada por miedo a ser expulsadas de un mundo laboral en el que a pesar de las leyes proteccionistas continúa siendo frecuente que a una mujer embarazada no se le renueve el contrato aunque a la empresa no le cueste un euro contratar a otra persona mientras dura la baja. Hasta que esto no cambie, hasta que las referencias a la maternidad se hagan extensivas a la paternidad, sin excluir a un padre del proyecto vital que supone sacar adelante un hijo, las mujeres seguiremos obligadas a elegir.