Saborear

Hace unos días me llegó una exquisita caja de bombones con una nota: “Saboréala”. Y entendí algo muy dulce: la vida es una caja de bombones que hay que saber saborear.
Cuando abres la caja comienzas a comer con ansiedad. Quedan muchos y piensas que nunca se van a acabar; así que empiezas a degullir bombones hasta el punto de atragantarte. Rápido, para probar todos los sabores, formas y colores (los que vienen envueltos). La rapidez también responde a que no venga nadie y te coma alguno o te veas en la diplomática obligación de tener que invitarle. Todo un futuro de chocolate por delante. Pero en ese momento no existe el futuro. Sólo hay un presente que te quieres comer a bocados y con la suerte de que tu estómago ni se inmuta. Un presente que en ese momento se te antoja como eterno, sin caducidad.
 
¡Qué diferente es con el paso del tiempo! Según va mermando la caja vas apreciando la exquisitez de cada bocado. Cada bombón ya es único. El mismo que al principio te comías sin conocimiento, ahora percibes que tiene una forma especial, un aroma especial, y un sabor especial. Si me apuras, hasta te gusta compartirlo. Te apetece disfrutar en compañía. Hacer partícipes a los que están a tu alrededor de lo que tú estás disfrutando.
 
Y entonces entiendes el mensaje de la nota. Aprendes a saborear. Dosificas y racionas, porque la dulzura no es eterna. Y procuras que siempre te quede algún bombón para mañana. Cada detalle, cada circunstancia de nuestra vida puede tener su dulzor si sabemos saborearlo. Pero cuantos menos bombones te quedan, más te das cuenta de lo efímero que es cada momento. ¡Saboréalo!
 
Lourdes Otero

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