Saber perder

Mª Ángeles TejadaMª Ángeles Tejada

Vaya por delante que a mí me gusta ganar hasta jugando al parchís, no me cabe en la cabeza que el espíritu emprendedor no esté ligado por definición a competir en el juego que te toque. Y si no, que se lo pregunten ahora mismo, a éstos cientos de miles de pymes, que están compitiendo cada día para que el banco les aguante el “descuento de papel”, el personal se avenga a rebajar costes y los clientes sigan comprando y… pagando.
 
Bueno, todo eso es otra guerra, la del día a día, y es lo que toca cuando abrazas esta profesión. Por eso digo que ser emprendedor es mucho más que una profesión, más bien es un acto de fe, que se renueva todos los días. Y además de esperanza, la caridad va en el paquete fiándonos de los que nos gobiernan ignorando lo que hacemos.
 
Entre patriotismo -que es una palabra que no consta en el diccionario español- y el  optimismo, parece ser que  Barack Obama, un afroamericano, que es la mezcla de Luther King y Kennedy, va a gobernar el mundo. Dicen que representa algo nuevo, que tiene talento –una cosa muy escasa en este momento-,  que es coherente- aún más escaso y honrado. Bueno, eso ya es de sueño, a esta gente solo la vemos en el cine y naturalmente creíamos hasta ahora que era de ficción, pero bien está que haya alguien capaz de ilusionar en los tiempos que corren. Aunque sólo “venda” esperanza, ya nos vale.
 
No obstante, lo mejor de esta campaña americana ha sido la lección que nos ha dado el perdedor Mc Cain. Dejando a parte los intereses personales que cada una de nosotras tengamos sobre los yanquis y de que sean la causa o al menos el origen de esta debacle que nos está “arreglando” el año y humillando nuestras cuentas de explotación, la imagen de respeto, dignidad y reconocimiento del perdedor me ha conmovido.
 
“Igual que aquí”, pensaba para mí misma, acostumbrados a que después de cualquier campaña electoral, todos sean ganadores y nadie reconozca jamás haber perdido. Estamos acostumbrados a las constantes trabas, desméritos y a las críticas casi nunca constructivas de nuestra clase política en general. Que alguien acabe su discurso felicitando al vencedor y con palabras como éstas “me comprometo a hacer todo lo que esté en mi mano, para ayudarle a liderarnos en los desafíos a los que nos enfrentamos”, tendría que ser lo normal. Pero en un país que lleva por bandera la falta de solidaridad, de comprensión y sobre todo de esfuerzo común, eso suena a chino. 
Mientras nosotros hacemos astillas del éxito de cualquier persona que destaque por su esfuerzo; que sí Alonso es un soso y un engreído, que si Julito está viejo para cantar, o a esa le han dado el trabajo porque se entiende con el jefe y más…, nos metemos en la vida de los demás, quizás para olvidarnos de nuestras miserias. Pues bien, a esos americanos, con sus defectos que los tienen y muchos, su hipocresía conservadora, probablemente hipócrita y su  prepotencia (es que son la primera potencia mundial), no les debe ser fácil mantenerse humildes cuando te sabes mejor. Ellos han creado un país de oportunidades individuales y el que vale, no es a golpe de “pelotazo” sino por el esfuerzo y por los demás que lo valoran. ¡Con lo fácil que sería cambiar la envidia  simplemente por admiración!           

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