Protegidos siete tapices flamencos de una colección particular en la localidad malagueña de Pizarra

El Consejo de Gobierno ha acordado inscribir en el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz, como Bienes de Interés Cultural, seis tapices flamencos del siglo XVIII sobre escenas del Quijote y otro gótico del siglo XV. Estas piezas forman parte de una colección particular que se conserva en la localidad malagueña de Pizarra.
Los tapices flamencos, de diferentes dimensiones y realizados en lana y seda, presentan una excepcional calidad técnica, tanto por la riqueza cromática y el matizado tratamiento de los materiales como por la precisión con la que se reproducen sombras y texturas. Aunque no se puede confirmar la autoría de los dibujos que sirvieron de inspiración, sí está claro que la ejecución se debe a Urbano Leyniers (1674-1747), descendiente de una dinastía de pintores de Bruselas y cuya firma aparece en los trabajos.
La serie supone una lectura humorística del Quijote en una época de extensión del tapiz al público burgués. Las escenas representadas, de gran plasticidad, son ‘Don Quijote en los molinos’, ‘Don Quijote descolgándose por una ventana y el manteo de Sancho’, ‘Don Quijote con las damas’, ‘Banquete de don Quijote’, ‘Don Quijote armado caballero’ y ‘Don Quijote enjaulado’. Respecto al tapiz gótico igualmente inscrito en el Catálogo General, se trata de una pieza anónima del siglo XV que representa a una reina rodeada de cortesanos y que, según diversas fuentes documentales, procede de la Catedral de Reims (Francia). Posteriormente pasó a la Catedral de Sigüenza y, por último, a una colección privada tras ser subastado en Bruselas.
Esta obra constituye un notable ejemplo del arte cortesano de los siglos XV y XVI, así como de las decoraciones que tanto la Iglesia como la nobleza de la época utilizaban para cubrir y amueblar los fríos y grandes muros de sus dependencias. La escena gira en torno al personaje central de una reina y a sus cortesanos, identificados mediante inscripciones bordadas. El tapiz sigue el gusto del arte prehumanístico, como se aprecia en el preciosismo de los detalles, la viveza del colorido, las incorrecciones en la perspectiva y la intensidad -característica del gótico- de las expresiones exageradas de los personajes.
 

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