
Periodismo hoy. Ética y precariedad laboral: una difícil convivencia
La Organización Internacional del Trabajo (OIT) define el concepto de trabajo decente en relación a unos elementos básicos: empleos suficientes o que existan posibilidades reales de trabajar; remuneración; seguridad en el trabajo y condiciones laborales salubres, junto a la seguridad social y la de ingresos, en proporción a la capacidad y el nivel de desarrollo de cada sociedad. Frente al concepto de trabajo decente encontramos la realidad de la precariedad laboral que algunos, como el Instituto Sindical de Trabajo, Ambiente y Salud (ISTAS) de Comisiones Obreras, definen por “la inestabilidad en el empleo, la vulnerabilidad, los menores ingresos y la menor accesibilidad de la población afectada a prestaciones y beneficios sociales”.
Es probable que si analizamos la realidad actual de los profesionales de la comunicación o del periodismo hallemos muchas más semejanzas con este último concepto, el de la precariedad, en contraposición a los elementos que definen el trabajo decente y la ausencia de ellos. Y es que al contexto actual de crisis económica y de empleo que afecta a España, y especialmente a Andalucía, se suma la propia crisis del sector de la comunicación y el periodismo, derivada del impacto de la era digital y sus efectos sobre la cantidad y la calidad del empleo, en el ámbito del ejercicio de la profesión periodística.
En el Informe de la Profesión Periodística 2014, elaborado por la Asociación de la Prensa de Madrid, se recogía ya lo que se reafirma en el de 2015: que la destrucción de empleo en el sector parece haberse frenado; sin embargo, se expresaba entonces la preocupación por “el aumento de la precariedad de las condiciones en las que los profesionales se ven obligados a ejercer el periodismo”. Y esto último, “verse obligados” a asumir la precariedad como un elemento cotidiano y propio de la profesión, es algo que difícilmente puede coexistir con los valores, los principios y los niveles de ética que no sólo se presuponen, sino que se exigen al colectivo de periodistas.
“La autonomización del sector”, mencionada en el último informe, en mi opinión, no hace sino ocultar esta precarización, especialmente y teniendo en cuenta la realidad creciente de los falsos autónomos en los medios y las dificultades que la propia figura tiene, en general, en nuestro país.
Recientemente, la Asociación Española de Editores de Prensa ha señalado en su Libro Blanco de la Prensa 2015, junto a otros referentes del periodismo en nuestro país, que la calidad y la decencia, la confianza y la ética serán valores diferenciales del periodismo en el futuro más inmediato. Pero, ¿en qué momento de la vorágine del cambio y de la crisis esos no fueron valores diferenciales? ¿En qué momento el periodista perdió la credibilidad y la confianza? ¿Cuándo dejamos de creer en nosotros mismos? Seguramente, cuando olvidamos nuestro papel en la sociedad y empezamos a pensar en cubrir necesidades básicas, algo más que razonable. ¿Se aprende a lidiar con la ética en un sector precario cuando la profesión y la subsistencia colisionan?
Esto no es un oficio, como algunos pretenden, es una profesión y como tal debe ser ejercida: con capacidad y aplicación; reconocida y remunerada. Para que cualquier profesional, de cualquier disciplina, marque la diferencia, la formación, el desarrollo de nuevas competencias y la adquisición de nuevas habilidades son claves para la inserción y el mantenimiento en el empleo, ya sea autónomo o por cuenta ajena. Por eso, los profesionales que lancemos al mercado desde nuestras universidades deben marcar esa diferencia en el sector.
Igualmente, y para ser los garantes del derecho a la información que nos reconoce nuestra Constitución, es necesario que los gobiernos y las administraciones públicas reconozcan el papel de estos profesionales como servidores de lo público, -palabras que pude escuchar también de la propia presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, en la entrega de los Premios de Periodismo de este 2015-, especialmente en la era de la transparencia y el libre acceso a la información. Por ello, las funciones desempeñadas por periodistas en los distintos organismos públicos deben ser reconocidas adecuadamente, como cualquier otra área de trabajo, con puestos claramente identificados, despolitizados y debidamente remunerados.
Los Colegios Profesionales hemos nacido con tres objetivos fundamentales: representar a la profesión periodística; defender los intereses de los profesionales; y velar por un ejercicio correcto y adecuado a las reglas y códigos deontológicos, que redunde en un mejor servicio a la ciudadanía y en un mayor nivel de calidad en el desempeño de nuestro trabajo. De este modo, podremos cumplir fielmente con la función social que la Constitución nos encomienda y la sociedad nos exige.
Eva Navarrete
Decana del Colegio Profesional de Periodistas de Andalucía (CPPA)