
Un refuerzo jurídico y emocional de 25 años
La Asociación de Colaboradores con Mujeres Presas (Acope) ha cumplido 25 años. Desde su nacimiento, los voluntarios que integran esta asociación procuran ofrecer asesoría jurídica, formación y educación a las mujeres presas a través de los talleres que organizan en las cárceles de Alcalá Meco y Brieva, en Ávila
Hace 25 años, un grupo de voluntarios se dio cuenta de que la situación de las mujeres presas era mucho más precaria que la de los hombres y decidieron mejorar esta situación. Así nació Acope. Tras este cuarto de siglo de existencia, la presidenta de Acope, Mariu D’Errico, hace un balance positivo, pues han conseguido entrar en las cárceles para intentar mejorar el sistema penitenciario: “hoy no estamos igual que hace 25 años. Somos conscientes de que lo importante es poner nuestro grano de arena en el camino de alcanzar el objetivo de ir cambiando la situación de la cárcel o el sistema penitenciario que deja mucho que desear. Lo que sí vamos aprendiendo es a mitigar el deterioro que la mujer va sufriendo durante su encarcelamiento”.
Según Mariu D’Errico, “la mujer en prisión sufre una triple condena: social, personal y penitenciaria”. Ese menoscabo también se observa en “la separación, y en algunos casos pérdida, de su familia y la pérdida de credibilidad como madre”, según relata la presidenta de la asociación. Por ello, los voluntarios de Acope preparan talleres de comunicación para canalizar esa frustración que sufren: “la mujer puede expresarse libremente sin miedo a ser juzgada. De esta forma aprenden a escuchar, a ensanchar y encauzar, si ella quiere, su proceso personal”.
Aparte de estos talleres que desarrollan en Alcalá Meco y en Brieva (Ávila), también trabajan en otro denominado ‘Cooperativa verde’. Se trata de un proyecto educativo cuya finalidad es dotar a las presas de habilidades personales y formativas que hagan viable una ocupación laboral. Está ubicado en el interior del Centro Penitenciario de Alcalá Meco y produce unas 20 mil plantas al año. También tienen dos casas de acogida, una para permisos de 2º grado y la otra para las penadas con 3º grado y con permisos condicionales. Así es cómo preparan a las mujeres ante su salida definitiva del centro penitenciario: “pretendemos acompañar y apoyar a las mujeres en su proceso de integración personal y de reinserción social. En los pisos se trabaja desde un clima de tranquilidad y serenidad tan perdido en la cárcel”, aclara Mariu D’Errico.
La asociación desarrolla, además, una asesoría jurídica con dos abogados: “visitan las cárceles una vez al mes y se comunican periódicamente por correspondencia resolviendo un sinfín de problemas, eso sí, siempre teniendo en cuenta que sean las propias mujeres las que adquieran recursos para defenderse, incluso jurídicamente”.
A los integrantes de Acope les gustaría llevar a cabo todos los proyectos posibles en su apoyo a las mujeres presas, pero no cuentan con el tiempo, pues son voluntarios y se deben a sus puestos de trabajo ordinarios.
Tampoco tienen el suficiente respaldo económico de las administraciones públicas: “nuestros presupuestos siempre son deficitarios y cada vez nos encontramos con más problemas para poder llevar a cabo todos nuestros proyectos.
Especialmente en estos años en los cuales las administraciones públicas han recortado notablemente las subvenciones cuando no las han suspendido”, cuenta la presidenta.
Mariu D’Errico narra que las mujeres presas son “prácticamente invisibles” para la sociedad: “pocos se plantean preguntas como ¿Cometen los mismos delitos los hombres que las mujeres? ¿Son iguales para hombres y mujeres las condiciones de cumplimiento en prisión? Mientras se sancionen igual situaciones distintas, reproduciremos las condiciones de desigualdad y exclusión”. Por ello, también desean expandir su labor de concienciación: “queremos transmitir que la mayoría de las mujeres que están en prisión no son ningún peligro para la sociedad y que la cárcel no reinserta, pues no se puede educar en libertad cuando no la hay. Además, sólo aparta temporalmente en este caso a estas mujeres para devolverlas aún mas deterioradas y con menos recursos de los que tenían al entrar en prisión”.
Aun así, Mariu asegura que seguirán luchando para que se contemple a las mujeres presas “con el respeto que requieren y con el acompañamiento que necesitan para poder vivir una situación que durante seis, siete nueve o más años de su vida van a tener que recorrer en soledad”. Ella misma expone que lo que más satisface a los voluntarios de Acope es saber que su compromiso es serio, comprometido, fiel, valiente y paciente: “creemos en lo que hacemos, sin salvarles de nada, pero en la confianza de que estar junto a ellas les puede servir. Esto nos ha requerido en estos 25 años en muchas ocasiones valentía que a la vez nos ha hecho crecer en fortaleza”.
Miguel Ceberino
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