Madeira, paraíso entre las aguas
El archipiélago de Madeira se encuentra a unos 500 km de la costa africana, el doble de la distancia que lo separa de Portugal. Con un total de 260.000 habitantes, está formado por las islas de Madeira, Porto Santo, Desertas y Selvagens, aunque las dos últimas están deshabitadas.
La naturaleza es imponente en estas islas, con parajes colosales de tupidas montañas verdes, profundos valles y cultivos en las laderas de las colinas donde crecen las viñas, el plátano y la chirimoya. El archipiélago cuenta con una temperatura primaveral durante todo el año, circunstancia que la hace ideal para vivir.
La laurisilva es el mejor testigo de la vida en Madeira. Esta planta, declarada Patrimonio Mundial Natural de la Humanidad por la UNESCO, es el símbolo de una isla surcada por canales de riego, por cerros imponentes, y húmedos valles salpicados siempre por el agua de las cascadas; cultivos sobre terrazas empinadas y pequeñas barcas atracadas en el puerto, dispuestas a reanudar la faena en la noche.
Funchal es la capital de Madeira, se sitúa al pie del mar y las montañas como un gran teatro en el que las casas de sus habitantes reservan sus butacas en las laderas de las colinas que la rodean. En la Praça do Municipio se abre el palacio episcopal que alberga el Museu de Arte Sacra. La riqueza de este museo se debe a los tiempos en los que el volumen de comercio con la caña de azúcar enriquecía a numerosos mercaderes de la isla, que adquirían en sus tratos comerciales obras de arte de gran calidad. De ahí procede la colección de pintura flamenca, de los siglos XV y XVI.
Muy cerca se levanta la iglesia del Colégio Sâo Joâo Evangelista, del s.XVII, que recuerda la llegada de los jesuitas que se instalaron en la ciudad después de la llegada de los corsarios franceses que en 1566. De la mano de Bertrand de Montluc, los piratas saquearon durante quince días la ciudad, llevándose valiosos tesoros. Desde esa época todas las casas se orientaron con las terrazas y las ventanas mirando al mar, para vigilar el peligro que podía aproximarse sobre las aguas.
En el convento de Santa Clara, construido en el s.XVII sobre un templo del s.XV, son muy hermosas la colección de placas mudéjares y la muestra del arte portugués sobre azulejos que decoran la nave.
De obligada visita es el Museu da Quinta das Cruzes, recoge el legado artístico del dinero obtenido por el comercio. Este museo, dedicado a las artes decorativas, se nutre en gran parte de los exóticos objetos que traía de Oriente la Companhia das Indias. El museo también cuenta con un invernadero en el que se cultivan orquídeas. La Sé, catedral de Funchal, fue la primera construida en territorios no continentales. Diseñada según el estilo gótico manuelino, su exterior es sencillo. Su interior se divide en tres naves, lo más destacado es el techo de madera de cedro con decoración hispano-morisca, el púlpito de mármol que aportó el rey Dom Manuel y el políptico, colección atribuida a Francisco Henriques, conformada por trece tablas propias de la escuela portuguesa. Pero, además del patrimonio monumental de la ciudad, el lugar con mayor encanto de Funchal es el arrabal de la Zona Velha, que fue el barrio de los pescadores en el principio de la historia de la ciudad. Es un barrio cercano al mar, de calles estrechas, miradores de madera que vigilan el mar, casas humildes y rincones con terrazas, restaurantes y muestras de la artesanía local. La lonja del pescado, y el Mercado do Lavradores, donde abundan las frutas tropicales, completan el bonito cuadro de la Zona Velha.