Los convenios colectivos mantienen la segregación profesional hacia la mujer

El Secretariado de Publicaciones de la Universidad de León (ULE) ha editado un trabajo titulado ‘La mujer en la relación colectiva de trabajo’ que analiza la forma en la que, en palabras de su autora, “el contexto sociolaboral actual continúa mostrando numerosos datos que dejan clara la todavía precaria situación de la mujer en el trabajo”. <?xml:namespace prefix = o ns = «urn:schemas-microsoft-com:office:office» />Entre otros factores, y modo de ejemplo, el texto señala “su ubicación en niveles retributivos inferiores, menor presencia en los puestos de mayor grado jerárquico, promedio de horas de trabajo asalariado situado por debajo del propio de los varones, mayor desempleo, etc”.<?xml:namespace prefix = o ns = «urn:schemas-microsoft-com:office:office» /> La autora, Beatriz Agra Viforcos, profesora de la Facultad de Derecho de la ULE, afirma que “frente a tal realidad, no cabe pasar por alto que el deseo, y la necesidad, de trabajar aparecen como un factor consustancial al ser humano, sin que la diferencia de sexo pueda justificar discriminación profesional alguna”. La obra ha sido publicada recientemente, tiene 487 páginas, su precio es de 24 euros, y está dividida en dos grandes apartados. El primero de ellos se dedica a “La mujer y el sindicato”, y en él se recoge la sorpresa e incluso desconcierto que provoca la limitada actividad sindical desarrollada por la mujer, “pese a estar ciertamente necesitada de una actuación colectiva para la defensa de sus intereses y la consecución de un mayor progreso socio-laboral”. El texto estudia las causas últimas de la escasa presencia de la mujer en los movimientos obreros y, tras descartar el “desinterés masivo”, se afirma que es necesario “un importante cambio de mentalidad”. Entre los factores que explican el menor nivel de sindicación se encuentra el rol asumido tradicionalmente por la mujer en la familia, la poca presencia en el sector industrial y otros con fuerte tradición sindical y, finalmente, la fuerte masculinización de los sindicatos, “nada proclives a reconocer o admitir la presencia femenina en cargos directivos”. MUJER Y NEGOCIACIÓN COLECTIVAEl segundo gran capítulo del libro analiza el papel de la mujer en la negociación colectiva, y encuentra que los convenios de nivel estatal muestran que la preocupación de los interlocutores sociales por los problemas de las mujeres se centran la mayor parte de las veces en su condición de madre o sujeto responsable de asumir las cargas familiares. “Más escasas, – afirma Beatriz Agra -, son las menciones expresas no ya como madre o cuidadora de niños, enfermos y ancianos, sino simplemente como trabajadora”. En este contexto, y tras alabar las medidas de acción positiva y la creación de órganos específicos contra la discriminación sexual en el trabajo, se comentan otros ejemplos y se citan casos, todavía abundantes, como los sistemas de clasificación profesional que inciden directamente en el resto de condiciones (salarios, promoción,…), el tratamiento reservado para los trabajadores a tiempo parcial, e incluso el derivado de las prendas de trabajo entregadas a empleados de uno y otro sexo. Todo ello lleva a la autora a afirmar que “en los convenios conviven claras muestras de segregación profesional con muestras de intentos de establecer medidas de acción positiva”. MUJER, TRABAJO Y MATERNIDADEl capítulo se detiene también a estudiar las situaciones que se producen en casos de embarazo, lactancia y maternidad y su reflejo en los convenios. La conclusión es desoladora, ya que en opinión de Beatriz Agra existe una “insuficiente sensibilidad de la negociación colectiva en esta materia”. Para concluir el estudio, el libro dedica atención a los frentes convencionales de lucha contra la discriminación, y también presta atención al acoso sexual en el puesto de trabajo, entendido como un problema vinculado a la condición femenina del empleado, desde el momento en que las estadísticas muestran que rara vez hubiera sido importunada la víctima en caso de pertenecer al género masculino. En el apartado de conclusiones, la autora reclama una “mayor atención de los órganos públicos competentes a la hora de detectar discriminaciones en los convenios”. Después de recordar que las mujeres han sufrido siglos de una cultura de discriminación, se recuerda que más de la mitad de la población humana continúa ocupando espacios desiguales respecto a los hombres en los ámbitos de la cultura, el trabajo, la economía, la política y la educación. Aún reconociendo que han sido grandes los logros para superar esa realidad, Beatriz Agra estima que continúan siendo insuficientes, y finaliza su trabajo afirmando que “el debate sobre el trabajo femenino ha de encontrar pronta solución, de lo contrario corre el riesgo de congelarse en el aire”.

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