La política de los hechos
El primero en hablar del «partido de la sospecha» fue Jacques Lacan, uno de los personajes más importantes del psicoanálisis. Para él, Marx, Nietzsche y Freud fueron los tres pensadores que legaron al siglo XX la sensación de que nada era realmente lo que parecía. Freud descubrió la depravación sexual en la reprimida clase media victoriana, Marx desenmascaró a los capitalistas burgueses y Nietzsche atacó duramente a los cristianos, diciendo que su bondad no era más que debilidad y cobardía. Para todos ellos había que reinterpretar la conducta humana para descubrir las ocultas intenciones que todos escondemos.
Hoy en día estamos en la era de la información y, sin embargo, parece que nadie ha olvidado el mensaje que nos dejó el «partido de la sospecha». Y una prueba evidente la hemos encontrado en los días de precampaña y campaña electoral, donde las palabras directas y claras y la sinceridad brillaron por su ausencia.
Últimamente parece que los votos se dan más por cómo se vende una idea que por la idea en sí. Publicistas, psicólogos y asesores están detrás de las campañas y controlan cada pequeño detalle. Nada es fortuito, todo está milimétricamente medido para conseguir el mayor número de votos. Y me parece indignante que los propios seguidores de un político le pidan a éste que se rasure la barba para tener un aspecto más juvenil, porque, si de verdad piensan que los españoles van a cambiar su intención de voto por el aspecto de un candidato, tenemos un verdadero problema. Pero la verdad es que estrategias como esas las vemos en cualquier campaña electoral.
Por eso necesitaríamos a expertos en la materia, personas capaces de «descifrar» esas intenciones ocultas que parece que tienen todos los políticos detrás de lo que dicen o lo que hacen.
La lástima es que por el camino perdemos a mucha gente, sobre todo jóvenes, que se sienten manipulados e influenciados por todos los lados, que querrían cosas claras y directas y se encuentran continuamente con personas que hablan mucho sin decir nada, que no responden a las preguntas planteadas y que no se ocupan de los problemas que realmente les interesan. Pierden la esperanza, no encuentran a nadie que realmente les represente y acaban tomando la triste opción de no ir a votar.
Con todo lo que ha costado llegar a la democracia y mantenerla, yo creo que los políticos deberían hacer todo lo posible para que nadie pierda la fe en ella.
Puede que, ahora mismo, hacer de la política algo sin dobles fondos, accesible y directo para todos sea una utopía, pero, por si alguien se ha olvidado, todas las ideas políticas nacen de ideales y utopías, pues éstas son, al fin y al cabo, el motor del progreso.