Igualdad mal entendida

Isabel GarcíaIsabel García

No hay nada mejor que una buena dosis de realidad para valorar esa falda siempre planchada en tu armario o ese plato de comida en la mesa cuando llegas de trabajar a casa. Me explico. Vivo con mis padres -sí, aún- y como cada año, desde que me incorporé al maravilloso grupo de los que ‘levantamos el país’, cuando llega el verano me toca quedarme en casa y compartir estos meses estivales con mi hermano. Es en ese momento cuando descubrimos que la comida no llega sola al frigorífico, que el bombo de la ropa sucia no se vacía por sí sólo o que las gotas de agua del espejo del baño no se eliminan por arte de magia. Y como la costumbre hace ley, ni me gusta el frigorífico vacío, ni el bombo lleno, ni las gotas de agua en el espejo. Pero claro, no me gusta a mí. Me toca entonces compaginar el trabajo y mi adicción al mundo de los cursos con tareas a las que, lo confieso, el resto del año apenas le dedico tiempo, como pensar en la comida del día siguiente o retirar el polvo que a diario deja la obra del vecino en casa. Pienso entonces en mi madre, en todas esas madres y mujeres que este mes protagonizan Mujeremprendedora y que han sido capaces de conciliar su vida familiar y laboral desde el principio de los tiempos, sin apenas tener tiempo para ellas mismas. Y pienso en las mujeres de mi generación, aquellas que hemos crecido creyendo en la igualdad, que hemos ido a la Universidad en los noventa, cuando las mujeres ya ocupaban las aulas masivamente. Pero toda esa igualdad se sólo pura apariencia. Porque por muchas políticas de igualdad que existan lo cierto es que en España sólo el 1,45% de los hombres hace uso del derecho de compartir con la mujer el permiso de maternidad mientras que las mujeres dedican tres horas y media más al día a las laborales del hogar que los hombres. El cambio pendiente es pues la conciliación masculina, aunque mientras llega se necesita que el género femenino continuemos en la lucha, que avisemos que aquello de ser supermujeres ya ha tocado su fin. Ahora les toca conciliar a ellos.
 

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